El Porsche 911 GT3 cumple 20 años

Mis primeros recuerdos infantiles tienen un denominador común, los coches. Ya sea mientras acompañaba a mi padre delante del televisor para ver carreras de diferentes categorías o con las miniaturas con las que todos hemos jugado. En ambos casos se me quedaron grabadas dos marcas en concreto, una de ellas Porsche. Pasados unos años y en plena adolescencia descubrí lo que es un flechazo. Y lo provocaste tú, Porsche 911 GT3. En el Salón de Ginebra de 1999 diste la cara, y te presentaste como el sucesor del 911 Carrera RS 2.7. Naciste valiente, porque reemplazarle no era sencillo y porque fuiste el primero de tu especie en descartar las siglas RS. Pero como sucede con cualquier primer amor fuerte, la confianza en ti era ciega. Ahora puedo decir que no me equivocaba, aunque siempre tendré clavada la espinita en el corazón de no haber podido consumar el matrimonio contigo. Motivos económicos, ya sabes.

La primera vez que te vi equipabas un motor bóxer de seis cilindros y 3.6 litros refrigerado por agua con 360 caballos de potencia, suficientes para bajar de ocho minutos en Nürburgring. Claro, que en tu interior estaba un tal Walter Röhrl. En cualquier caso, lo que anticipaba tu atractiva estética, alerón trasero fijo incluido, se traducía en un rendimiento imperial. Éste, además de por el motor, venía dado por unos frenos mejorados, un chasis que se aproximaba al suelo 30 milímetros y por la caja de cambios derivada de uno de tus hermanos, el 911 GT2. Ésta, por cierto, era manual y de seis velocidades, y sus relaciones se podían ajustar en función de las necesidades de cada circuito, lo mismo que sucedía con las barras estabilizadoras y los muelles. Y por si todo esto no fuera suficiente, encima ofrecías la posibilidad de convertirte en la variante Clubsport, con barras antivuelco.

Tu evolución a lo largo de los años ha sido digna de elogio. Cada tres o cuatro, de hecho, te presentabas con alguna mejora de consideración. Por ejemplo, en 2003 nos contabas que tu motor era más potente, concretamente de 381 caballos. Este ascenso se debió al uso de la tecnología VarioCam, un sistema que controlaba de forma continua la distribución variable del árbol de levas.

Tres años más tarde diste a conocer tu siguiente evolución. ¡Rompías la barrera de los 400 caballos! Alcanzabas 415 concretamente. ¡Caray! Y no sólo eso, sino que pasaste a incorporar la suspensión activa PASM –Porsche Active Suspension Management–. Pero no, parece que para tus creadores nunca es suficiente. Fruto de ello llegó otra evolución, en esta ocasión en 2009 con un motor de 3.8 litros y 435 caballos. Un nuevo corazón que se acompañaba de detalles como un nuevo alerón trasero y un bajos completamente carenados que conseguían incrementar la carga aerodinámica a más del doble en comparación con tu antecesor. No te valía con correr sólo en recta, sino que tenías también que convertirte en toda una referencia en curva, ¿verdad?

En 2013 tu 'base', el Porsche 911, cumplió 50 años, momento ideal para que dieses a conocer al mundo tu quinta generación. Según nos contaste, todo en ti era nuevo. Motor, chasis y carrocería. El primero, también atmosférico, volvía a ser de 3.8 litros, aunque en esta ocasión entregaba 475 caballos. Pero ojo, porque asociado a él ofrecías por primera vez el cambio automático de doble embrague PDK. Quizás enfadaste a algún purista, pero el rendimiento que eras capaz de ofrecer cerró todas las bocas críticas. Y también contabas con un eje trasero direccional activo. ¿El resultado? 7'25'' en Nürburgring. ¡Más de medio minuto más rápido que en tu debut!

De ahí saltamos a lo que eres hoy en día. Tu corazón ha crecido un poco más, hasta los 4.0 litros, además de ofrecer una potencia de 500 caballos. Y como no te gusta enfadar a los millones de pretendientes que tienes, a tu cambio PDK automático sumabas la opción de equipar una transmisión manual de seis marchas. Además pensaste en aquellos que no les gusta aparentar con la llegada del Touring Package, que sustituye tu clásico alerón trasero fijo por un spoiler que se despliega automáticamente.

De una forma u otra, aquel amor que empezó en la adolescencia sigue más vivo que nunca 20 años después. Es más que probable que nuestra unión marital nunca llegue, pero para mí siempre serás algo especial. Que cumplas otras dos décadas más... ¡como mínimo!