Las ayudas para comprar coches eléctricos y a gas no bastan para incentivar el mercado

Acostumbrados a que los planes de ayuda a la compra de un vehículo nuevo se agoten en pocas semanas sorprende que el Plan Moves, de ayudas a la compra de vehículos alternativos, no ha dado por el momento el fruto esperado. El baremo: mientras otros planes de renovación del parque agotan sus dotaciones presupuestarias en pocas semanas, el caso del Plan Moves, se está muy lejos de hacerlo.

En siete comunidades autónomas, entre ellas Cataluña y Madrid, el plan no se ha agotado. En algún caso, como Andalucía, sólo se han concedido ayudas por valor del 15% de los fondos que tenían asignados y en Valencia, sólo un 20%. Incluso en Madrid apenas se han solicitado ayudas por un tercio de lo presupuestado. Sólo en Cataluña el plan ha tenido cierto éxito, ya que se han concedido ayudas por valor del 81% del presupuesto.

El plan ya nació cojo. Y aunque el crecimiento de las ventas de coches eléctricos en estos primeros siete meses del año ha sido espectacular, un 126%, lo cierto es que la amplitud del crecimiento es un 'trampantojo' debido al bajo volumen de estas: poco más de 76.000 unidades –6.198 concretamente–, menos de 1.000 al mes. Es decir, paneas el 0,7% del mercado.

Para el vicepresidente de ANFAC –asociación nacional de fabricantes de coches– Mario Armero, el problema reside en que para acogerse a las ayudas hay que entregar para achatarrar un vehículo con más de diez años de antigüedad.

"La obligatoriedad de entregar un automóvil viejo para acceder a ayudas es muy interesante para fomentar la renovación del parque porque mueve a los particulares hacia el cambio de coche. Sin embargo, de cara a los vehículos alternativos, deja fuera de las ayudas a las empresas que quieren adquirirlos para sus flotas. Ellas no tienen vehículos de tanta antigüedad en sus carteras", ha señalado Armero. Hay que decir que las ventas a flotas suponen un porcentaje muy importante de mercado.

Incluso para los particulares ya es una limitación importante. Buena parte de los clientes dispuestos a asumir el sobreprecio de un eléctrico corresponde a perfiles que cambian su automóvil con una frecuencia mayor que ese ciclo de diez años. Lo prueba el hecho de que el vehículo eléctrico más vendido en el mercado sea el Tesla, cuyo precio supera los 59.000 euros.

También porque los colectivos más jóvenes, posiblemente los que tienen mayor concienciación sobre las exigencias ecológicas, o no tienen medios suficientes para afrontar la nueva tecnología o disponen de coches más recientes.

En algunos casos puede haber razones incluso de tipo fiscal. Si las ayudas recibidas computan para renta, ello puede hacer que, de no tener que presentar declaración, tengas que presentarla. Pocos piensan en ello, pero más de uno se lamenta cuando llega el fisco y les muestra el borrador con ese 'ingreso' no contabilizado.

Pero quizá la flojedad del plan reside en una red de recarga pública a todas luces insuficiente, sólo incipiente. En el caso de los puntos de recarga no cuenta sólo el número, sino que un solo coche necesita ocuparlos mucho tiempo, únicamente sirven a un coche –o poco más– por hora en el mejor de los caos.

Tampoco los combustibles alternativos, como el gas, tiene una red completamente desarrollada. Esto limita mucho la expansión geográfica de estos vehículos, aunque se den ayudas adicionales para montar puntos de recarga en los garajes particulares, cosa que no es sencilla si la plaza no es de propiedad o no está en el mismo edificio donde se tiene la vivienda.

En cierta forma se está comenzando la casa por el tejado. Se quiere incentivar el consumo, pero no hay suficiente servicio. Lo normal sería ofrecer el servicio para que la genta consuma. Es cierto que el crecimiento de ambos factores debe evolucionar de forma armoniosa, pero de momento no ocurre así.