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Un paseo por el Mercedes-Benz Museum: donde descansan los sueños

Pocos museos del automóvil cuentan con la historia, las dimensiones y la espectacularidad de este
Su recorrido abarca desde las primeras patentes de Daimler hasta los últimos modelos de la firma
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06 Ene 2019 - 12:38

Los Reyes Magos pueden llevar todo tipo de regalos a cualquier lugar del planeta, pero rara vez se les encarga una experiencia tan mágica como ellos mismos. Es por ello que en SoyMotor.com os vamos a dar una idea de lo que, al menos los más tardones o tardonas, podéis poner todavía en vuestra carta a Melchor, Gaspar y Baltasar este año que esperamos hayáis comenzado con tanta energía y ganas de coches como nosotros. La visita que os proponemos y que realizan casi un millón de personas cada año tiene un precio de 10 euros, aunque existen opciones de realizarla por menos dinero.

El pasado mes de diciembre y con motivo del puente festivo de la Constitución tuvimos la oportunidad de visitar el Museo Mercedes-Benz, sito en Stuttgart, ciudad que también acoge el museo de Porsche, el otro fabricante oriundo de esta región al suroeste de Alemania. Ambos conforman, sin lugar a dudas, los principales atractivos turísticos de esta urbe eminentemente industrial y que, a pesar de su inmensa historia, fue casi completamente destruida durante la Segunda Guerra Mundial y posteriormente reconstruida hasta lograr ser la sexta más poblada del país germano.

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Llegar hasta el Mercedes-Benz Museum es sencillo pese a que las indicaciones que encontramos están única y exclusivamente en alemán. Desde la Konigstrasse, nombre que recibe la calle más importante de la villa y centro neurálgico de la misma, podemos acercarnos a la Estación Central de Stuttgart –Hauptbahnhof– para subir a un metro en la línea S1 con dirección a Plochingen, debiendo bajar en Neckarpark. Una vez aquí, varios carteles nos guían hasta el museo a través de las calles que acogen los múltiples edificios que sirven de sede mundial a Daimler AG.

Sólo la arquitectura del Mercedes-Benz Museum, obra de Ben van Berkel y Caroline Bos, ya merece una mención especial, así como una buena instantánea junto a la flecha plateada de Juan Manuel Fangio. Además de enclavarse en el distrito de Bad Cannstatt, que es precisamente donde se idearon y crearon los primeros automóviles, presenta un diseño en forma de trébol que, mediante la superposición de superficies circulares, permite optimizar el espacio ofreciendo casi 20.000 metros cuadrados para una exposición con más de 160 ejemplares que datan desde el siglo XIX hasta hoy.

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Tras contemplar los alrededores, donde también se encuentra el estadio de fútbol del equipo local –patrocinado por Mercedes-Benz– y el mayor punto de venta del mundo de la marca alemana y que comunica bajo tierra con el museo, es hora de entrar en una de las verdaderas mecas de la automoción, un lugar único, privilegiado y de visita obligada para cualquier amante del motor. Una vez atravesamos una gran puerta giratoria de cristal y dejamos en consigna nuestras pertenencias, nos encontramos en un hall futurista con ascensores tan lujosos como extraños.

Uno de ellos nos lleva hasta la última planta, desde la cual comienza un paseo que puede durar entre 2 y 4 horas en función del nivel de detalle con el que queramos observar las joyas sobre ruedas que se nos muestran. En lo más alto del edificio nos recibe un caballo disecado, origen del transporte terrestre, que da paso a una sala con las primeras máquinas que patentaron Wilhelm Maymach, Gottlieb Daimler y Karl Benz en pro del automóvil. Preside la zona el Benz Patent-Motorwagen de 1886, pero aquí logramos encontrar muchos de los primeros vehículos con motor de combustión.

Con la fusión industrial de Daimler y Benz, llega la creación de la marca Mercedes, cuya curiosa historia ya conocimos en el primer artículo de nuestra saga sobre la historia de los logotipos. Tras una larga rampa repleta de documentos auténticos de la época, el segundo gran salón queda dedicado a los inicios de una firma que marcaría tendencia y vanguardia tecnológica hasta nuestros días. En ella podemos contemplar con mimo y devoción cinco perlas de principios del siglo XX, aunque nuestra preferida es el Simplex 40 PS de 1902, que con un motor de casi 7 litros ya alcanzaba los 80 kilómetros por hora.

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Anexo a cada gran galería y siguiendo la vereda cronológica en forma de caracol que lleva hasta la planta baja, se encuentran otros salones adjuntos, más pequeños, blancos y luminosos, con diversas temáticas. El primero está brindado a la historia de los autobuses de Daimler, pero los siguientes –comunicados entre sí mediante pequeñas escaleras– tratan ampliamente el transporte de mercancías, el deporte o las celebridades, entre otros. En estas áreas se puede contemplar desde el papamóvil de Juan Pablo II hasta el primer coche médico de Fórmula 1 de Mercedes-AMG.

De vuelta a la segunda sala y descendiendo por una colección de propulsores de aviones militares y fotografías que muestran hitos bélicos tanto de la Primera como de la Segunda Guerra Mundial, llegamos a una de las zonas más bonitas del museo, los años 30 y 40, cuando nacieron los primeros deportivos puros de la casa de la estrella, símbolo que se emplearía desde entonces en los productos de Mercedes. Aquí también se exhiben algunas de las berlinas de lujo empleadas por el Tercer Reich, de forma que la belleza se mezcla singularmente con el miedo.

Acto seguido, en el ecuador del edificio, aterrizamos en la paz y la prosperidad de los años 50 y 60, representada por el auge del automovilismo y un nuevo diseño que dice adiós a las formas cuadradas de antaño y apuesta por la aerodinámica y la integración de los elementos en los volúmenes de la carrocería. En esta línea, resalta la hermosura del 300 SL Gullwing, quizás uno de los modelos más conocidos de la marca por la peculiaridad de sus puertas y, por supuesto, el coche más fotografiado de la colección junto con el 300 SLR de 1955, que queda a continuación.

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A partir de los 70 y a lo largo de los siguientes pisos, las piezas expuestas nos resultan más familiares pese a que se muestran algunos prototipos, especialmente aquellos gracias a los cuales se marcó un antes y un después en el ámbito de la seguridad. Hablamos, por ejemplo, del primer automóvil con célula de pasajeros rígida y secciones de deformación programada, del primero con sistema antibloqueo de frenos –ABS– o del que incorporó airbags por primera vez, si bien Mercedes-Benz también ha sido la inventora de sistemas como el ESP o el más reciente monitor de ángulo muerto.

Después de embelesarse con el origen del turbodiésel, llegamos al último pabellón de automóviles 'de calle', que pone el acento en los modelos actuales del fabricante así como en el uso de nuevas energías en sus productos, el funcionamiento de estas y la visión de futuro de la casa germana en este terreno. Es entonces el momento de asomarse al balcón de la derecha para soñar con circuitos y velocidad de la mano de una empresa que, junto con AMG en su historia moderna, ha liderado desde sus principios las grandes citas del automovilismo y, de hecho, lidera actualmente la categoría reina.

Recorremos una última escalera descendente repleta de distintos motores de competición cuyas fichas técnicas hablan, en muchos casos, de más de 1.000 caballos, para llegar hasta una enorme curva peraltada que es trazada al mismo tiempo por decenas de máquinas legendarias y que van desde el último Clase C campeón de la DTM hasta el primer coche de carreras de DMG –1908–, pasando por los ganadores F1 W07 Hybrid o Sauber C9, entre varios mitos de época. En definitiva, la mejor estancia del museo desde nuestro punto de vista y la más divertida, ya que tiene hasta un simulador.

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Acompañados por monos de piloto de todos los periodos, la espiral de plataformas nos lleva hasta salida, no sin antes descubrir algunos de los concept car más memorables de Mercedes por haber sido anticipo de modelos de producción tan conocidos como el CL o el SLK, si bien no todos llegaron a hacerse realidad, como es el caso del fantástico C 111/2. Antes de irnos existe la posibilidad de llevarse consigo algún recuerdo de entre los miles de accesorios disponibles en una gran tienda subterránea, pero quizás esto ya sea abusar de la generosidad de sus Majestades de Oriente.

¿Quién más se apunta a disfrutar de una vivencia extraordinaria?

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5 comentarios
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07 Sep 2020 - 08:59
El término correcto es tracción trasera, porque lo de propulsión entre otras cosas cambiaría según el sentido de marcha o su centro de gravedad respecto al eje que aplica la tracción. En ingeniería se denomina tracción al esfuerzo a que está sometido un cuerpo por la aplicación de dos fuerzas opuestas que tienden a estirarlo. En el caso de un coche, es el neumático el que se ve sometido a ese par de fuerzas, la que produce el motor y la fuerza de rozamiento resultado de la superficie sobre la que descansa el neumático. Este se deforma «se estira en la superficie en contacto con el suelo», por eso cuando en un suelo mojado disminuye el rozamiento con el suelo por parte de la rueda, se dice que se pierde tracción, y no otra cosa. Está claro que si no hay fuerza de rozamiento, no hay tracción, y por lo tanto el vehículo no se desplazaría. En definitiva, la tracción se produce en cualquier rueda, independientemente de su situación. La propulsión es otra historia...
07 Sep 2020 - 08:55
#3 Pasaba por aquí... y casualmente me acordé que hace tiempo leí en un comentario de este articulis ... Ver comentario
Puff, eso sobra.
07 Sep 2020 - 08:53
Pasaba por aquí... y casualmente me acordé que hace tiempo leí en un comentario de este articulista, algo tan chocante y absurdo como que decir tracción trasera era erróneo y que se debía decir propulsión —súper híper mega guay, supongo...—. Pues bien, aquí mismo le dejo algo por si algún día lo leyera y quizá intentara rebatir; aunque, francamente, me es totalmente indiferente que lo haga. Sobre tracción, propulsión, y demás... Los coches de tracción trasera tienen mejor prensa entre los entendidos. Son así como más «de hombre» porque, cuando no había control de estabilidad, eran más difíciles de conducir. Quizá por eso... tuvo cierto éxito lo de llamar coches «de propulsión» a los que tienen las ruedas motrices atrás, para distinguirlos de los coches «de tracción»... Quizá fue porque la idea de distinguir tracción de propulsión fue de Fernando Lázaro Carreter, que sabía mucho de lengua española y no tanto de coches... El caso es que, después de perder un cuarto de hora con el Diccionario de la Real Academia, se puede ver que esa distinción entre tracción y propulsión tiene poco fundamento si consideramos que un coche es un sólo cuerpo. La idea es que tracción implica tirar y propulsión implica empujar. Efectivamente, el Diccionario dice de tracción: 1. f. Acción y efecto de tirar de algo para moverlo o arrastrarlo, y especialmente los carruajes sobre la vía. Tracción animal, de vapor, eléctrica. Si esa definición tan imprecisa alude a que del carruaje tira algo que está fuera de él, entonces un coche no puede tener tracción delantera, trasera ni de ninguna clase. Cuando se habla de los vehículos de «tracción mecánica», se deben referir a los trenes que circulan por ferrocarriles (incluidos los metropolitanos), a los tranvías, a la cabalgata de los Reyes Magos y a poca cosa más. Pero no a un coche porque, como todo semoviente, no puede tirar de sí mismo.
07 Sep 2020 - 08:48
Pasaba por aquí... y casualmente me acordé que hace tiempo leí en un comentario de este articulista, algo tan chocante y absurdo como que decir tracción trasera era erróneo y que se debía decir propulsión —súper híper mega guay, supongo...—. Pues bien, aquí mismo le dejo algo por si algún día lo leyera y quizá intentara rebatir; aunque, francamente, me es totalmente indiferente que lo haga. Sobre tracción, propulsión, y demás... Los coches de tracción trasera tienen mejor prensa entre los entendidos. Son así como más «de hombre» porque, cuando no había control de estabilidad, eran más difíciles de conducir. Quizá por eso... tuvo cierto éxito lo de llamar coches «de propulsión» a los que tienen las ruedas motrices atrás, para distinguirlos de los coches «de tracción»... Quizá fue porque la idea de distinguir tracción de propulsión fue de Fernando Lázaro Carreter, que sabía mucho de lengua española y no tanto de coches... El caso es que, después de perder un cuarto de hora con el Diccionario de la Real Academia, se puede ver que esa distinción entre tracción y propulsión tiene poco fundamento si consideramos que un coche es un sólo cuerpo. La idea es que tracción implica tirar y propulsión implica empujar. Efectivamente, el Diccionario dice de tracción: 1. f. Acción y efecto de tirar de algo para moverlo o arrastrarlo, y especialmente los carruajes sobre la vía. Tracción animal, de vapor, eléctrica. Si esa definición tan imprecisa alude a que del carruaje tira algo que está fuera de él, entonces un coche no puede tener tracción delantera, trasera ni de ninguna clase. Cuando se habla de los vehículos de «tracción mecánica», se deben referir a los trenes que circulan por ferrocarriles (incluidos los metropolitanos), a los tranvías, a la cabalgata de los Reyes Magos y a poca cosa más. Pero no a un coche porque, como todo semoviente, no puede tirar de sí mismo. Saber qué es «propulsión» lleva más tiempo. De «propulsión» hay que ir a «propulsar». Ahí nos enteramos de que propulsar es «impeler hacia adelante». Miramos en impeler y resulta que es «dar empuje para producir movimiento». Para estar seguros consultamos «empuje», pero no dice nada. Hay que buscar en «empujar», que es: 1. tr. Hacer fuerza contra alguien o algo para moverlo, sostenerlo o rechazarlo. En sentido estricto, tracción es inaplicable porque implica estar fuera y por delante de lo que se tira. Propulsión es inaplicable porque implica estar fuera y por detrás de lo que se empuja «como lo está el gas de un avión de propulsión a chorro». En sentido figurado vale casi cualquier cosa, pero me parece que lo de la propulsión es una complicación innecesaria por cómo está entendida la idea de «tracción» en un coche. Cuando tiene cuatro ruedas motrices, decimos que es un tracción total «no un 'tractopropulsión'». Si las ruedas de un Porsche 911 deslizan excesivamente al acelerar, decimos que pierde tracción «no propulsión». El dispositivo que cuida de que eso no suceda se llama control de tracción «estén donde estén las ruedas motrices».
09 Ene 2019 - 16:23
Mercedes pasó por una nefasta línea de diseño conservadora para publico +50 años. Desde 2010 y consecuentemente con el ingreso a la F1 el diseño y el espíritu deportivo, desde un simple Clase A al GTR Pro, han sido increiblemente disruptivos y para bien: Un Mercedes hoy por hoy tiene espíritu.
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