'Spantomima': sólo había dos soluciones, aplazar o suspender

Lo de ayer en Spa fue –nunca mejor dicho– una ducha de agua helada no sólo para los aficionados a la Fórmula 1 –especialmente para los asistentes al Gran Premio– y sobre todo a la credibilidad de la FIA y la F1.

Está claro: no se podía correr. Los tiempos cambian, los coches también. Los 'caballeros del riesgo', admirados antaño hoy no son de recibo. Otros tiempos, otras situaciones.

Los neumáticos actuales evacúan mucha agua y forman una cortina impenetrable; no se veía al coche delante hasta no estar encima. Pero posiblemente esta capacidad de drenaje era insuficiente para evitar el aquaplaning… y en algunos lugares el problema ya no eran los neumáticos, sino el fondo plano flotando sobre el agua.

Visibilidad y adherencia. Ambas estaban bajo mínimos. Y en un trazado tan rápido, donde es fácil perder el control, donde los coches rebotan con facilidad hacia la pista tras chocar contra las vallas, el riesgo era inaceptable de asumir.

Sí, los que hemos visto correr en condiciones dantescas sentimos que el estómago se nos revuelve. Pero lo que antes se hacía, el riesgo que se asumía, quizás ahora no se considere asumible o correcto.  

Lewis Hamilton y Sebastian Vettel 'denunciaron que se corrió sólo para salvaguardar los derechos de televisión, quizás para cobrar el canon… y no tener que devolver las entradas. Por más que Michael Masi y Stefano Domenicali lo nieguen, está muy claro que esa es la imagen que han dado y de la que no podrán escapar.

Otros han dicho que no se debían otorgar puntos. Me parece que los comisarios y Masi han tenido que buscar todas las áreas grises del reglamento –o que no fueron pensadas para estas situaciones– para sacar adelante –lo que es muy discutible– la prueba, tener un vencedor sin correr y repartir puntos sin haberlos ganado.

Lo que hizo ayer la F1 fue peor, mucho peor, que la farsa de Indianápolis 2005. Allí unos llegaron cortos de preparación y no estaban en situación de correr. Aquí la FIA se encontró con una situación 'de fuerza mayor' y no supo afrontar la única solución razonable posible, sobre todo si contaban con datos meteorológicos fiables… que en teoría tenían.

O daban la salida en el primer momento y ya veríamos si la bandera roja era necesaria... o suspendían el evento.

Mi amigo Alberto Antonini, a quien conocí en su época de Autosprint, antes de ser jefe de prensa de Ferrari y que ahora escribe en Formula Passion lo ha bautizado como 'Spasserella', jugando con las palabras Spa y 'passerella', que es la pasarela por donde desfilan las modelos en los desfiles de moda. Porque lo que vimos fue eso; un desfile bajo el agua… que es lo que significa Spa.

En el fondo 'Spantomima', es decir farsa, fingimiento. Sin quererlo los pilotos fueron títeres de una mala –pésima– función.

Lo que está claro es que hay algo que debe cambiar en la F1. Cada vez que llueve con intensidad surgen problemas. Cada vez que llueve en carrera se demuestra que las reglas de parque cerrado, que obligan a mantener reglajes de clasificación para la carrera –y no digo nada de cuando hay ese invento de clasificación al sprint de por medio– son obsoletas. Con estos coches no se puede correr con reglajes de seco… y sólo unos pocos cambios… aunque ni con eso quizás se hubiera podido correr.

• ¿Se podía aplazar el GP de Bélgica al lunes?

Hay que cambiar muchas reglas. Aplazar una carrera al lunes no debe ser un tabú… toda vez que es normal en muchos otros deportes. Algunas de las razones dadas para no hacerlo –que los equipos tenían los billetes de vuelta… cuando deben recorrer 200 kilómetros o poco más hasta Zandvoort parece excusa pobre–. Decir que la decisión no podía tomarse sin el consentimiento de los equipos… es falta de previsión.

Está claro que en Spa ha quedado en evidencia que la F1 –FIA, Liberty Media y los equipos– deben replantearse muchas cosas, reescribir muchas reglas, hacerlas más sencillas, más inteligibles.

Ayer había solo dos soluciones: aplazar o suspender. No hubo pelotas ni para una ni para otra… aunque se intentó que los pilotos las tuvieran para correr y resulta poco creíble que se intentó salvar el espectáculo. Es como si la F1 –los rectores– se hubieran acostumbrado al 'no money, no fun', pero no contemplaran la posibilidad inversa 'no fun, no money'.