Red Bull y Porsche o la historia de una 'opa hostil'

El término siempre me ha hecho gracia y, en cierta forma, me subleva porque es una 'perversión del lenguaje' para entorpecer o torpedear una negociación comercial.

Por lo general, es la reacción ante una 'Oferta pública de compra de acciones' del Consejo o de los miembros relevantes del personal, que en muchos casos no son ni siquiera accionistas.

Estos señalan que no ha habido conversaciones, que no han pedido la fusión o absorción, que no han solicitado la venta. Simplemente, temen que su posición y sus prebendas resultan afectadas en el mejor de los casos, incluso que puedan perderlas.

Por eso, generalmente cuando se acuerda una operación de este tipo vemos de forma inmediata que buena parte de los cargos superiores de la empresa 'vendida' conservan un puesto relevante y con poder de decisión en el organigrama.

Pero la decisión la toman los accionistas. Las acciones se compran, se venden y se negocian. De eso van los mercados y la Bolsa.

Parecía que el acuerdo entre Red Bull y Porsche iba viento en popa; que la marca alemana iba a tomar el 50% de Red Bull Advanced Technologies; que había acuerdo de cómo se repartiría y de repente todo parece que estalla.

Christian Horner, Helmut Marko e incluso Adrián Newey temen que Porsche quiera mandar –lógico cuando se juegan sus 'cuartos'– , que sus puestos estén en peligro o al menos que pierdan poder en la toma de decisiones. Es algo que pusimos de relieve hace unos días al decir que había un juego de tronos, un juego de poder.

De eso se habló mucho en el paddock de Países Bajos. De eso y de esa especie de ultimátum que los hombres de Red Bull Racing han lanzando a Porsche: lo tomas o lo dejas.

El propio Helmut Marko fue categórico: "Porsche no se convertirá en accionista de Red Bull. Ha habido discusiones con ellos, pero nosotros estamos determinados a construir el primer motor Red Bull. Dijimos no hace mucho que seríamos motoristas a partir de 2026. Es un capítulo nuevo y apasionante en nuestra historia. La única cuestión es saber si tendremos un socio o no".

Es impredecible cómo acabará todo, pero no me extrañaría que hubiera algún equipo llamando a la puerta de Stuttgart y que Oliver Blume, el nuevo director ejecutivo del Grupo Volkswagen y a la vez director ejecutivo de Porsche, impulsor de la entrada de Porsche en Fórmula 1, se esté peguntando si vale la pena.

En las circunstancias de éxito comercial que tiene Porsche y su bien ganado prestigio en la competición no puede dejar las decisiones en manos de otros. Al menos tiene que participar en las mismas.

¿Cómo acabará todo este asunto? Difícil es decirlo. No descarto nada. Ni siquiera que Porsche diga 'no, así no' y renuncie a entrar en la Fórmula 1. El tiempo corre en contra: el 15 de noviembre, para una decisión de tal calibre, está demasiado cerca… aunque en F1 nunca se sabe.

Y no les extrañe si al final Blume y Andreas Seidl se llaman. Para McLaren, una solución para no ser equipo cliente. Para Porsche, una solución para entra en F1. Eso sí, habría que ver cómo se conjuga esto con McLaren Automotive, los coches deportivos de la marca de Woking. Parece absurdo que estos tengan motor propio y los F1, motor Porsche.

Y a todo esto, Dietrich Mateschitz todavía no ha dicho –que se sepa– nada.