Enseñanzas del Rally de Lloret: de Pep Bassas al poder de la pasión por el automovilismo

Hoy ya no es así. Con excepciones, incluso los rallies del Nacional tienen dificultades para encontrar espacio en un periódico volcado al fútbol y con el motor abducido por la Fórmula 1 y MotoGP básica y casi monopolísticamente; incluso el Mundial de Rallies sufre esto y claro, no hablamos ya de los periódicos de información general. ¡Me duele mucho!

Por eso me gustaría comentar aquí dos detalles importantes de este Rally de Lloret que tuvo una buena participación: 82 coches y si unimos la regularidad, se rozaron los 140.

El primero, la actuación de Pep Bassas Jr. Espectacular al volante de su Peugeot 208 Rally 4. Segundo de la general a sólo 16 segundos del ganador, Eduard Pons con su Škoda R5. Por delante de muchos R5. Un scratch en la Pujada als Àngels.

Que Bassas prometía estaba claro. Un año en el Europeo Júnior ha sido para él una catapulta espectacular y ha sabido aprovecharla. Ahora hay que rematar la jugada e imitar lo que hacen en Finlandia… dar tiempo y medios para alcanzar la maduración completa.

La segunda es doble porque tiene un nombre protagonista y una filosofía. El nombre es el de Aleix Vilà con un Peugeot 106 S16, un coche que dejó de fabricarse en 2003, con 17 años a cuestas. Un coche de desguace, que no le impidió acabar séptimo de la general. También por Dani Oliveras, el copiloto de Nani Roma que no pudo ir al Dakar por covid-19, con un veterano Seat Ibiza 2.0 16v, otro coche muy veterano, que acabó en quinta posición.

Dani Oliveras

Son coches que se encuentran a precio muy económico de ocasión, que permiten correr, desarrollar la afición, quemar la adrenalina, a un precio que, con algunos sacrificios, es relativamente asequible. Ideal para el automovilismo que podemos definir como 'lúdico'.

Eran muchos los coches con estas características. Todos y cada uno de los participantes merecen aplauso. Son ellos los que hacen grandes las listas de participantes. Son ellos los que mantienen las pruebas.

El Rally de Lloret me permitió comprobar esos dos automovilismos diferentes: el competitivo y el lúdico y en ambos, siempre subyace la voluntad de competir y ganar.

Esto mismo pasa en muchos campeonatos regionales. Mientras haya aficionados así, el automovilismo seguirá vivo. Muchas gracias a todos. Y perdón, si he dicho coches 'de desguace' es simplemente para situar los vehículos que eligen para dar vida a su afición sin resignarse a ser espectadores.