Cuestión de bolardos

Tras la penalización a Sebastian Vettel en Canadá que le costó la victoria, y las sufridas por Sergio Pérez y Daniel Ricciardo en Paul Ricard, muchos se han preguntado qué es superar los límites de la pista.

Ésta es una discusión que, en realidad, se da desde hace bastante tiempo. La tentación de cortar las curvas más cerradas o aprovechar el exterior de la pista para poder negociar el viraje a mayor velocidad o, al menos, poder acelerar antes, es ya un recurrente clásico.

La FIA estudiara el implantar bolardos o, mejor dicho, calles de bolardos como una forma de evitar que los pilotos sobrepasen los límites de la pista sin perder tiempo o reingresen en la pista de forma no segura.

Es algo que ya se ha visto en algunas curvas de algunos circuitos –la chicane de Mónaco, por ejemplo– y que en Paul Ricard –por las peculiares características de esta pista– se ha llevado a un máximo.

Desde hace tiempo la FIA va dando una suerte de palos de ciego en busca de una solución al problema. Se han ensayado diversos tipos de pianos, pianos dobles, zonas de salchichas y demás para intentar evitar el problema, pero no siempre han dado resultados y en muchos casos han motivado protestas de pilotos y equipos porque se podía dañar el coche en ellos o incluso perder el control del mismo.

La discusión ha ido en aumento conforme las exigencias de seguridad han ido aumentado. Éstas han hecho que las escapatorias sean casi todas asfaltadas en lugar de emplear puzolana. Tambien las partes externas a la salida de las curvas están, como mínimo, cementadas para evitar que si alguien coloca las ruedas externas fuera de la pista, acabe ensuciándola con grava.

Hubo un tiempo que recordar a los pilotos que respetasen los límites de la pista era innecesario. El asfalto llegaba hasta la tierra, los pianos –cuando existían– eran disuasorios, que obligaban a levantar el pie porque hacían vibrar todo el coche –se les llego a llamar vibradores– y colocar alguna rueda fuera de pista hacía perder tiempo. Es más, un error y salida se transformaba siempre en un peaje a pagar, ya fuera en tiempo, daños al coche o en ambos a la vez.

Hoy es inútil incluso con el riesgo de esos cinco segundos de penalización colgando por encima de la cabeza. Inútil porque hay que intentar ir lo más rápido posible. Si adelantas y logras escapar, esos cinco segundos de penalización son ridículos. Por otra parte, adelantar es algunas veces tan complicado o delicado, que o no lo intentas o, como Ricciardo, prefieres correr el riesgo.

El juzgar si sacas ventaja o no, por otra parte, es complicado. En ocasiones, aunque no ganes posición, esas décimas aquí o allí, pueden servir para escapar de un rival o para acercarte.

Conseguir el respeto a los límites de la pista junto con ofrecer las máximas condiciones de seguridad no es sencillo. En determinado punto ambas condiciones son divergentes. Y, desde luego, siempre alimentadoras de polémicas.

El bolardo es disuasorio porque la infracción se ve enseguida, pero sobre todo porque puedes dañar el ala delantera del coche y ello exige un castigo: una parada en boxes bastante larga, para cambiarlo.

Y con bolardos, como se hizo en Paul Ricard, en caso de salida el piloto tiene que ralentizar de forma clara y seguir un determinado camino de reingreso que le hace perder tiempo. Por eso, Pérez lamentaba su penalización: "Seguí al pie de la letra las instrucciones, perdí tiempo y sufrí encima una penalización", se lamentó el mexicano.

El nuevo director de carrera de la Fórmula 1, Michael Masi, admitió que quizás fuera algo excesivo. "Pero ésta no es una ciencia exacta, a prueba de errores. Hay que probar, aprender y mejorar", dijo Massi, quien se mostró satisfecho del resultado obtenido en la Curva 2 de Paul Ricard y no tanto del de la Curva 5, pero está convencido que es una solución a seguir en otros circuitos.