Bernie Ecclestone y los males de la F1

Bernie Ecclestone siempre defendió que la F1 necesitaba un dictador al frente. De hecho él pesaba esto de la F1 y de muchas otras cosas de la vida. 

Esta opinión contrastaba con otra que también ha usado prolíficamente: el placer por llegar a un buen acuerdo, que lo mejor es llegar a un acuerdo.

Tiene razón en ambas. Es su propia experiencia personal la que se refleja en ellas. Gracias a la segunda hizo la F1 grande. Pero al no poder aplicar la primera, la F1 resulta ingobernable.

Buena parte de los males de la F1 se deben a los problemas de gobernanza de las misma. Los males son claros: presupuestos fuera de toda lógica para los equipos grandes, ingresos que favorecen a los grandes, dificultad para introducir cambios de reglas técnicas y deportivas debido al complejo sistema de toma de decisiones. Pero no sólo eso: se ha hecho tan costosa que los patrocinadores son cada vez más rara avis, sobre todo para los pequeños. Los circuitos ya no pueden pagar las facturas del 'circo' salvo que los gobiernos se involucren. Y ya no hay casi TV en abierto porque estas no pueden rentabilizar los derechos y las audiencias van decayendo.

Todo porque durante años Bernie aplicó la lógica del 'most expensive, better' –cuanto más caro mejor–.

Buena parte de los males nacieron en la era Bernie, tanto cuando él era el único patrón como cuando lo fue CVC Capital Partners. Todo porque en el fondo Bernie accedió a muchos de los 'caprichos' o 'exigencias' de los equipos. No es de extrañar porque fueron los equipos –los equipos británicos– los que encargaron a Bernie que tomara el control de la F1... ¿o quizás fue Bernie, entonces patrón de Brabham, el que convenció a los equipos británicos para escapar del control de Balestre y la FIA?  ¿Recuerdan aquel GP 'pirata' del Jarama que no figura en los anales oficiales de la F1? 

Fue él quien ideo el actual reparto dinero de la F1. El que en cierta forma impuso el Pacto Concordia con las exigencia de unanimidad de los equipos para cambiar ciertas reglas; con los bonus especiales a los grandes, comenzando por Ferrari, o el otorgar a la Scuderia un derecho a veto con la aquiescencia de la FIA. 

Evidentemente los males actuales de la F1 son mucho más: dependencia de los grandes constructores para los motores ante la imposibilidad de implicación de motoristas independientes; la apuesta de los ingenieros por la aerodinámica exasperada que ha disparado costes. Y la entrada de grandes inversores en la 'propiedad' de la F1, fondos que en unos casos quieren beneficios inmediatos y en otros tienen algo más de paciencia.

No hace muchos días escribí que FIA y Liberty habían perdido una ocasión de oro para recuperar el control de la F1. Simplemente en 2020 'caduca' el Pacto Concordia y era el momento de acabar con ciertas prebendas y privilegios, de imponer unas reglas que hicieran la F1 viable financieramente, equilibrada deportivamente y espectacular. No se si por miedo a romperlo todo, a perder a las marcas o a los mejores equipos, o por no tener que enfrentarse a la creación de un 'campeonato paralelo' -cosa con la que los equipos ya han amenazado más de una vez e incluso intentado sin éxito- pero se ha aplicado una política de busca de un consenso imposible... pese a que todos los implicados –FIA, Liberty y equipos– saben que necesitan llegar al pacto para sobrevivir.

Quizás una cierta forma de hacer las cosas que en un tiempo funcionó y funcionó muy bien, haya quedado hoy obsoleta y se imponga no una actualización o una evolución sino un cambio importante, incluso drástico de orientación. 

En el fondo lo que subyace es una falta de adaptación de la categoría a los nuevos retos que se están planteado en la sociedad y en el mundo. Cambios en los gustos de los jóvenes, tiempos en los que la conectividad es valorada por estos más que la movilidad. Y una revolución de la automoción por causas medioambientales. Cambios tan rápidos que resultan difíciles de asimilar. Liberty los intuye. Ross Brawn los conoce.

Pero da la impresión de que tienen las manos atadas. Las negociaciones se han ido alargando, haciendo eternas... y el tiempo comienza a correr en contra de todos. Pero esto no es nuevo en la F1, cuya experiencia en acuerdo de mínimos en el último segundo es ya notable.