Es curioso. Llevamos casi una semana de parón veraniego en la Fórmula 1 y, por primera vez en años, creo que sólo hay verdadero silencio, y no me refiero a que hayamos dejado de escuchar los motores por unos días. Apenas hay noticias, ni siquiera un poquito de 'silly season' estival con la que matar el gusanillo.

Una semana después del incidente entre Lewis Hamilton y Max Verstappen en el Gran Premio de Gran Bretaña, el debate todavía sigue vivito y coleando, también en las redes sociales. La primera impresión que tuve del suceso fue la de un incidente de carrera entre dos tercos pilotando sendos monoplazas con las ruedas más frías que el abrazo de un político y los depósitos más llenos que la papelera de un baño público. Y con eso me quedé.

De nuevo es momento de hacer referencia al alonsismo de mi alrededor. Hace un par de meses escribí acerca de la ilusión que despertaba su regreso a la Fórmula 1. Ahora, con un margen prudencial de tiempo y Grandes Premios transcurridos, aunque quizá insuficiente, puede ser ocasión de hablar sobre la preocupación e impaciencia que empiezan a despertar los resultados de Fernando Alonso, en especial si se le compara con su compañero de equipo, Esteban Ocon.

Mercedes ha conseguido meter sus dos coches entre las tres primeras posiciones en la clasificación del Gran Premio de Baréin. Muchos no sólo se conformarían con esto, sino que brindarían con champán por ello. Pero no Lewis Hamilton, que ha quedado segundo a casi cuatro décimas de segundo de Max Verstappen y quien nada más finalizar la clasificación y bajar de su Mercedes W12, lo primero que ha soltado es que los cambios que la FIA y la Fórmula 1 han introducido para la temporada 2021 buscan claramente el objetivo del detener su dominio y el del equipo Mercedes.

A mi alrededor, el alonsismo de bien, el sano y respetable, se debate ahora mismo entre sentimientos encontrados acerca de Fernando Alonso y sus posibilidades con Alpine en esta temporada de F1. Ninguno cuestiona quiénes son, saben exactamente de dónde vienen, pero no adónde van, Si están solos en la galaxia o acompañados.

Cuando era niño, si eras de los que le gustaban más los coches que las motos eras como un bicho raro. Nací y crecí en una ciudad, Alzira, que vio nacer a Jorge Martínez 'Aspar' y a Adrián Campos. La mayoría seguía más las motos, las victorias y campeonatos de Aspar en la segunda mitad de los 80 e incluso se le hacían homenajes, pero yo alucinaba porque alguien de mi pueblo era piloto de F1.

Hubiese sacado un buen sobresueldo de haber recibido un euro cada vez que un conocido, amigo o familiar me ha soltado aquello de: "¡Estarás contento!, ¿no? Alonso vuelve a la F1" desde el anuncio oficial por parte de Renault y Fernando Alonso del regreso de este último a la F1. No sé de dónde viene esa fama mía de alonsista, quizá el penúltimo texto publicado en este blog tenga algo que ver. Lo que nadie espera es que mi respuesta sea una torcida mueca de resignación y no saltitos, palmas y agudos grititos de alegría. Y es que el regreso del asturiano a la máxima competición automovilística me deja un sabor agridulce. Jodido, pero contento, que se suele decir.

El contrato de Lewis Hamilton termina el mes que viene. Casi nadie apuesta con la posibilidad de que el piloto británico no sólo abandone a un equipo campeón como Mercedes, sino además también la Fórmula 1. Sin embargo, el de Stevenage planteó dudas sobre su futuro a las puertas de igualar a Michael Schumacher con un séptimo título de pilotos el mismo día que su equipo celebraba su séptimo título de constructores consecutivo en el podio de Imola.

La temporada 2009 no terminó bien para el equipo Renault y nada parecía que fuera a indicar que 2010 iba a ser mucho mejor. La continuidad del equipo en Fórmula 1 estaba en entredicho. Pese a esto, se contrató a Robert Kubica procedente de BMW-Sauber como sustituto de Fernando Alonso. El ruso Vitaly Petrov sería su compañero, piloto al que superaría Kubica tanto en clasificación como en casi todas las carreras.