Más, ¿es menos en la Fórmula 1?

En cada fin de semana tenemos ganadores y perdedores, pero también vemos cosas que no entendemos, monoplazas y pilotos que no son competitivos de un Gran Premio a otro. Tampoco sabemos por qué ese paquete, ese equipo concreto, tenían el potencial para ganar en la anterior carrera y ahora mismo están peleando por al menos acabar en el Top 5.

No todo son piezas nuevas, mejores fondos o mejores alas. El mismo coche sin modificación alguna de piezas tiene muchísimas variables: la primera de ellas y por todos conocida, los neumáticos. Pero centrémonos en el coche en sí. Caídas –inclinación vertical de las ruedas–, convergencias –inclinación horizontal de las ruedas–, altura del tren delantero, altura del tren trasero, dureza en las suspensiones delantera y trasera, rigidez estabilizadora delantera y trasera, pitch –inclinación o diferencia entre altura delantera y trasera–, regulación del ala delantera... Existen algunas más, pero las citadas son las más comunes y, por así decirlo, fáciles de cambiar durante unos entrenamientos libres.

En categorías monomarca inferiores a la Fórmula 1 como la GP2, WS, GP3, Fórmula 3, Fórmula 4, son dichos parámetros los que marcan la diferencia en el coche. Un reglaje óptimo puede hacer que el mismo coche, visualmente hablando, genere una diferencia de rendimiento de entre 1 a 1'5 segundos por vuelta en clasificación y de hasta 1 segundo en carrera. El resto está en el piloto quien, al carecer de confianza en el coche, pilota de manera más conservadora.

Entonces, ¿es posible que en la F1 actual, con su tecnología, su personal cualificado, inversión y experiencia, se haga un mal coche?

Mi respuesta es sí, y Mónaco, que es un circuito de set-up y piloto, lo dejó bien claro. Lograr la confianza del piloto no es algo fácil cuando se pierde en los primeros entrenamientos libres y muchos equipos no supieron reaccionar a los inputs de sus pilotos a la hora de configurar el coche adecuadamente para minimizar errores y mejorar el ritmo por vuelta.

Confiar únicamente en los cálculos de un ordenador será la elección equivocada si no se tienen en cuenta las impresiones del piloto, la conclusión?, si conoces bien a tu coche y a tu piloto, serás capaz de darle lo que necesite en cada momento, de modificar los niveles de agarre de un tren a otro para cambiar el balance y el comportamiento del coche pero, si por el contrario, no existe dicha conexión, se darán vueltas en círculos, con un piloto quejándose que no puede conducir así y un equipo excusándose de que es el mejor coche que puede tener.

Es así cómo vemos que el exceso de variables existentes en un monoplaza de competición sobrepasa fácilmente a un equipo de F1 completo en 2016 –aunque no sólo se ve en la máxima categoría del motor–, sin respuestas claras y sin capacidad de reacción para encarar un fin de semana perdido.

¿La solución? Quizá un poco de la vieja escuela, más sentido común y un mejor trabajo en equipo marcan la diferencia. La misma gente, el mismo piloto y los mismos coches gestionados adecuadamente pueden dar mejores resultados de los que muchas veces vemos.