Aún me duran las ojeras, pero mereció la pena. Nos lo hemos pasado muy bien en Melbourne, y la verdad es que tengo muchas cosas que contaros. La primera es una conclusión muy simple: los test invernales tienen el mismo valor que las encuestas electorales.Todos los guiones que estaban escritos y todas las sensaciones que recogimos en pretemporada se vinieron al traste en Melbourne.

Escandalizarse a estas alturas debido a la orden recibida por Charles Leclerc de mantenerse alejado de Sebastian Vettel en los últimos compases del Gran Premio de Australia pese a ser, por unas razones u otras más rápido –quizá deberíamos preguntar la razón de esto a los responsables del muro de Ferrari si es que lo saben–, me parece más inocente que los pensamientos de Bob Esponja.

Iluso de mí, tras la decisión de Fernando Alonso de dar por cerrado el capítulo de la F1 en lo que su carrera en el motorsport se refiere, superado el disgusto, aunque todavía algo renqueante, me dije que no hay mal que por bien no venga. Al fin la paz reinaría y podríamos disfrutar cada aficionado, según su preferencia, de la F1 por un lado, de Alonso por el otro, o de ambas cosas a quien no le importe mezclar ambas, no agitarlas.

"Éste es el año de los 'side by side'. De los Polaris, Can-Am o Yamaha", me comentó un ilustre 'dakariano' durante la cena de la Fundación Isidre Esteve.

Ahora que ha terminado todo, el espectáculo debe continuar, y así será el año que viene sin Fernando Alonso. En la F1, como en la vida, nadie es imprescindible, pero sí que es cierto que el espectáculo estará más desangelado, al menos para nosotros, los que hemos seguido a Fernando durante años.