Crónica de una agonía anunciada

Un tuit preciso que me envió mi amigo Jaime Alguersuari en constatación al que acababa de enviar, para explicar que, muy cerca del inicio de los test, F2 –antes GP2– y GP3 apenas habían cubierto la mitad de las plazas disponibles.

Todo ello justo cuando Autosport, la revista británica referente del mundo del motor, ha dedicado diez páginas de su último número a las World Series by Renault, 20 años de historia del automovilismo, que por el momento han quedado en hibernación, a la espera de un hipotético y más que improbable milagro.

Una de esas historias que, de no haber sucedido, habría que inventarla porque la contribución de éstas, desde que Jaime Alguersuari se empecinara en crear la F-Nissan, es del todo espectacular. Y de esto escribí recientemente. 

Pero Jaime y RPM Racing decidieron 'bajar persiana' porque en los momentos actuales el modelo de negocio está obsoleto. Aunque Bernie diga que los de Liberty Media lo están haciendo todo mal, está claro que su herencia está envenenada: baja una apariencia de salud y bienestar por dos o tres equipos grandes, está una realidad de equipos al borde de la quiebra, que malviven.

La mejor prueba de ello, la ya eterna letanía sobre la necesidad de reducir gastos, de imponer un imposible límite presupuestario y de equipos, incluso de solera, que se ven obligados a contar con pilotos de pago para cuadrar las finanzas. Y es que el gasto alguien lo paga. 

En las categorías inferiores el problema es aún mayor. Es cierto que unos pocos cuentan con la ayuda de equipos de F1, pero la gran mayoría de pilotos dependen de 'sus finanzas', sean familiares, de la empresa paterna o de empresas vinculadas de alguna forma a la familia. 

Los patrocinadores generosos, altruistas, apasionados son especie en vías de extinción. La escalada de costes junto al escaso retorno de la inversión –hace unos años todos salían en prensa, tenían su espacio y ahora sólo se habla de las grandes estrellas– junto con la crisis económica, han mermado sus filas. 

Las cifras están ahí. No menos de 6.000.000 de euros para llegar a las puertas de la F1….Y el doble de esa cantidad para acceder a un volante de la misma. Son cifras que se dicen sin rubor…pero que cada vez hay menos padres que pueden o quieren invertir.

Los resultados son claros. Diez equipos sólo en F2 este año, 20 pilotos en parrilla, aunque por el momento sólo diez asientos tengan piloto nominado. En GP3 se ha tenido que recurrir a lo que equipos tengan cuatro coches para presentar una parrilla 'ad hoc', pero para los 24 puestos apenas hay una docena de pilotos confirmados.  Unos pilotos no tienen el dinero y otros, esperan que bajen los precios… aunque sea a costa de reducir partidas como recambios, simulación o ingeniería. Y de test mejor no hablamos, incluso la F1 los ha amputado.

Hace ya años, muchos años, que Alguersuari venía pronosticando este final. Un final que exige una remodelación completa de las bases de la competición, una racionalización. En el camino se han quedado muchas cosas: la diversidad de chasis, motores y neumáticos de las distintas categorías, para ahorrar costes, gracia a la economía de escalas de las fórmulas monotipo, por ejemplo.

Y con este languidecer de las categorías inmediatamente inferiores a la F1 –cuyos gestores no ven otra salida que la huida hacia delante, proponiendo cada vez más prestaciones y por ende, más costos– han desaparecido la mayor parte de campeonatos nacionales, las carreras 'independientes'…y buena parte de los circuitos no pueden ofrecer programas de primer nivel porque las grandes categorías de monoplazas van junto a la F1; como decía Enzo Coloni 'siamo vicini a Ecclestone' –estamos cerca de Ecclestone–, aunque con Bernie parecían estar confinados en Guantánamo.

Todos saben que hay que reaccionar. Todos lo admiten. Pero nadie se atreve a dar el primer paso. Y ello con el peligro de la llegada de carreras eléctricas y sobre todo, de las carreras virtuales. 

Las i-Races están ahí y han llegado para quedarse. Es un pastel con mucho dinero en juego, de momento en manos de aficionados, promotores privados o fabricantes de consolas…pero ya Liberty estudia la manera de hacerse con un pedazo de este pastel, cuya base es muy diferente: coste bajo pero clientela multitudinaria. El resultado del producto puede ser espectacular e incluso hacer todavía más dolorosa la agonía anunciada.

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