Del Día Sin Coches al Atasco del Año

Desde mediados de los años 90, el 22 de septiembre de cada año, primer día del otoño, es conocido como el Día Mundial Sin Automóvil, una iniciativa que surgió en países como Islandia, Francia y Reino Unido con el objetivo de concienciar a la población sobre cómo afecta el uso del automóvil al medio ambiente y desincentivar su uso.

En el año 2000 la Comisión Europea para el Medio Ambiente constituyó la Semana Europea de la Movilidad como una campaña de concienciación del uso del transporte público y la bicicleta, e incluyó en ella el Día Mundial Sin Automóvil.

Sin embargo, en las grandes capitales españolas se da la paradoja de que cada año el Día Sin Coches se convierte en un día más de atascos y colapsos de tráfico.

Calles cortadas y nuevas vías habilitadas para los ciudadanos que optan por dejar de lado el coche y desplazarse en bici o a pie transforman la circulación de la ciudad, y numerosas empresas de transporte público reducen o eliminan sus tarifas excepcionalmente para invitar a su uso con la esperanza de convertirlo en un hábito, pero nada de todo esto es suficiente para aliviar la intensidad circulatoria y hacer de las ciudades un espacio más sosegado y menos saturado.

Es posible que la proximidad del invierno y las primeras lluvias no inviten a abandonar el coche, y el regreso a la rutina tras las vacaciones y la reapertura de los colegios tampoco ayuda a reducir los desplazamientos. Es incluso probable que movidos por la esperanza de encontrar menor intensidad circulatoria, muchos conductores no habituales se decidan a coger el coche de manera excepcional.  

No es fácil cuantificar si los atascos que se producen cada 22 de septiembre son mayores o menores que los de cualquier otro día laborable del año, y también se desconoce si estos guardan relación directa con el motivo de la ‘celebración’,  pero lo cierto es que el Día Sin Coches se acaba convirtiendo en un día más de atascos.