Realidad virtual e inteligencia artificial, la nueva frontera de la F1

No sé en qué basarán sus ponencias, pero hay dos temas de los que podrían perfectamente hablar. Uno, el de la incorporación de la realidad virtual en los trabajos de simulación y otro el uso de la inteligencia artificial para la gestión de los 'terabytes' de datos que acumulan en cada Gran Premio.

Si hay algo en el que los equipos de F1 están avanzados es en todos los temas de diseño por ordenador, simulaciones, etc. Y McLaren está particularmente avanzada, no en vano en su momento, fue la primera en aprovechar las ventajas que podía ofrecer un simulador a la hora de ganar competitividad y eficacia en la F1. Y en el campo de la electrónica son maestros hasta el punto que la medicina, por ejemplo, se está beneficiando de las posibilidades que ofrecen los sensores desarrollados por los equipos.

Algunos pueden pensar que la realidad virtual ya la aplican a sus enormes y costosos simuladores. Pero en realidad se puede ir mucho más lejos todavía, prescindir de la superpantalla '180º' del simulador y sustituirla por esas gafas de 3 dimensiones que se usan en los juegos de realidad virtual. Y eso, que está ya muy cerca de aplicarse, es llevar lo que pasa en algunos videojuegos a la enésima potencia para lograr la inmersión completa del piloto con la máquina y la pista virtuales, potenciar las sensaciones de pilotaje.

AYER DECIDÍA UN INGENIERO, MAÑANA, UN ORDENADOR

Dicen que el exceso de información produce perplejidad. Este es quizá uno de los problemas que tienen los ingenieros de F1, la gestión de los ingentes datos que tienen a su disposición.

En cada sesión de ensayos se registrar miles de millones de datos que deben analizarse rápidamente. Y no sólo en pista, también en los ensayos de CFD o en los realizados en el túnel de viento. Y si los datos no dan el OK, no se prosigue por esa vía. Y si los datos señalan luz roja, simplemente se abandona.

Así que el desafío es procesar lo más rápido posible estos datos, extraer conclusiones válidas. Y para ello hay que fijarse en los datos significativos y relevantes y obviar aquellos que pueden ser insignificantes. Y, sobre todo, hacerlo 'ya', sin pérdida de tiempo… como cuando tu jefe en curro te pido algo 'para anteayer' o te dice al darte una orden, "y ya vamos tarde".

El uso de la inteligencia artificial permite precisamente esto. Antes de que el coche se pare en box, la telemetría ha transmitido los datos y los ingenieros han podido pulsar la tecla para que les muestre los relevantes para un problema concreto, sea la elección de gomas, el exceso de temperatura de los frenos o ligado al consumo. Ya no se necesita esperar que llegue el piloto a box para tener impresiones y datos, ni siquiera elegir un tanto a ciegas un remedio a los problemas que el piloto señala vía radio. Ahora, el problema lo ve el ingeniero en tiempo real y también la solución idónea. El uso de tecnologías 'blockchain' o 'ledgers digitales' está a la orden del día.

De ahí la importancia que adquieren los 'garajes remotos', situados en las fábricas, donde los superordenadores de los equipos se encargan del análisis en cojonésimas de segundo.

Algunos equipos trabajan ya estos aspectos en áreas determinadas, pero todos están trabajando con star-ups para dar el paso siguiente: la integración de la Inteligencia Artificial, que permitirá que sean los propios ordenadores los que decidan que datos guardar, los que deben priorizarse y los datos que deberían darse a continuación… o buscar datos del pasado sin perder uno o dos días en la búsqueda.

Claro que todo ello implica a la vez un problema grave de seguridad. Los hackers intentarán tener tus datos, obtenerlos y venderlos al rival. E incluso modificarlos y exigir 'rescate' para desactivar el pirateo. Quizás por eso empresas como Kaspersky están en el mundo de la F1.

¿Positivo? Según se mire. Sí desde el punto de vista de la eficacia. No si tenemos en cuenta que todo ello costará posiblemente un buen puñado de millones en unos momentos en los que la contención de gastos es la filosofía –teórica, que no práctica– de moda.

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