1986: Cuando el Tour de Corse cambió los rallyes para siempre

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07 Abr 2018 - 11:35

Sebastien Ogier acabó ayer sábado con el Tour de Corse como quien dice ‘visto para sentencia’. Él y sólo él –y las carreteras corsas, que siempre ocultan alguna trampa- puede perderlo, pero ninguno de sus rivales puede ganarlo.

La verdad es que he sentido rabia al ver la clasificación de la primera jornada. Sólo cuatro tramos. Apenas 125,16 kilómetros cronometrados y, en total, 12 tramos con 333,48.

Entre 1979 y 1986, el Tour de Corse tenía previstos más de 1.000 kilómetros cronometrados y apenas 500 de enlace en el mejor de los casos. Durante buena parte de aquellos años, la especial reina, situada en la última etapa, era Liamone-Suarricchio, de 83 kilómetros. Tardaban una hora en recorrerla. Casi como una etapa actual de tacada, sin cambios de gomas ni repostaje.

Esto es un decir: en 1976, el Tour de Corse sólo tuvo nueve especiales, pero entre todas totalizaban 666 kilómetros cronometrados. La reina, Porto Vecchio-Prunelli, nada menos que 166 kilómetros cronometrados, más que en toda la primera etapa de este año.

Los Lancia Stratos pararon a repostar y, de paso, a cambiar ruedas. Su depósito era demasiado pequeño. Pese a ello, Darniche ganó la especial tras casi 2 horas y 15 minutos al volante con el copiloto cantando, si es que no llegó antes a la afonía.

En 1982, el año récord, estaban previstos 1.176 kilómetros de tramos en 30 especiales, tantos kilómetros de especiales como en el Mundial actual han completado los líderes… ¡Montecarlo, Suecia y México, más los tres primeros tramos de Córcega! Los tramos de más de 100 kilómetros, incluso de 150, fueron una característica común del Tour de Corse hasta 1986.

En 1986, el Tour de Corse provocó un cambio total en los rallyes. La prueba tenía previstas 30 especiales en vez de las 12 actuales, con 1.106 kilómetros cronometrados en vez de los 333,48 actuales; cinco especiales entre 50 y 60, y otras dos con más de 75. Sólo la primera etapa de aquel 1986 ya tenía 444 kilómetros.

Aquel 1986 estuvo marcado por el accidente mortal de Henri Toivonen y Sergio Cresto. Precisamente, a raíz de aquel accidente escribí en Mundo Deportivo un artículo titulado: "¿Por quién doblan hoy las campanas?".

Un accidente trágico pero advertido. Los pilotos pidieron acortar algunas especiales por su peligro y por el agotamiento. Los médicos de los equipos advirtieron que era imposible para los pilotos mantener la tensión y concentración tanto tiempo. Balestre, a la sazón presidente de la FIA y de la Federación Francesa se negó.

Poco antes de su fatal accidente en el tramo entre Corte y Taverna, Toivonen era sólido líder, pero criticó la prueba: "Esto ya no es un rally, ¡es una locura!. Afortunadamente ya está ganado". Pero se salieron, cayeron por un pequeño terraplén y el Lancia Delta S4 se incendió; ni Henri ni Sergio pudieron salir y cuando Bruno Saby y Jean François Fauchille, su copiloto, llegaron, "no había nada que hacer. El coche ardía por completo".

"En el tramo 18 (Corte-Taverna), de  26,84 kilómetros, el vehículo número 4, pilotado por el finlandés Henri Toivonen se salió de la calzada cuando había cubierto 7 kilómetros desde la salida. El vehículo salió disparado en una curva hacia la izquierda, chocando contra unos árboles que se hallaban a unos 4 metros. Prendió fuego de inmediato y se quemó por completo, al igual que los árboles a sus alrededores", señaló la organización en un comunicado.

La prueba se neutralizó. Los participantes se saltaron ésta y las dos siguientes especiales para llegar a parque cerrado en medio de la desolación total. Al día siguiente la prueba continuó, sin presencia del equipo Lancia que se retiró, y Bruno Saby acabó obteniendo una trágica victoria.

El año anterior, en circunstancias similares, había fallecido Attilio Bettega. En Portugal, este mismo año, Joaquin Santos y su Ford RS2000 se salieron y arrollaron a los espectadores con un trágico balance: 3 muertos y una treintena de heridos.

Gabriele Cadringher, ingeniero de la FIA y por enconces yerno de César Torres, organizador del Rally de Portugal y considerado como la mayor autoridad federativa en el campo de los rallyes, fue claro: "Tras efectuar el pertinente examen de los restos del vehículo, que toda la carrocería quedó destruida y que únicamente se salvaron el chasis y las barras de seguridad, que, sin embargo, estaban deformadas".

La FISA -la FIA todavía separaba su sección de deporte- reaccionó. No había más remedio. 

No sólo se prohibieron todos los grupo B y fueron sustituidos por los Grupo A a partir de la siguiente temporada sino que los rallyes dulcificaron su recorrido, reduciéndolo en el caso del Tour de Corse a la mitad; lo ideal en los siguientes años fueron unos 650 km de tramos y no tan largos.

Más adelante se redujeron de nuevo las distancias a petición de los constructores, entrándose en la ‘normalización’ actual en lo que al formato de las pruebas se refiere y a un kilometraje entre 320 y 360 km por lo general.

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