Si Suzuka hablara...

Diseñado por John Hugenholtz en el año 1962 (mismo diseñador que nuestro madrileño circuito del Jarama), su primera carrera de Fórmula Uno se disputó en el año 1987, con victoria para el Ferrari de Gerhard Berger, en la que sería la penúltima victoria en vida de Ferrari. Desde entonces sólo ha fallado a la cita con el Mundial en 2007 y 2008, cuando se volvió al circuito de Fuji.

Son tantas las historias que podría contarnos, que uno se ve tentado de despertar, como si de un ser de la mitología japonesa se tratase, a ese circuito en forma de ocho que parece querer asemejarse a una serpiente de 5.807 metros de longitud, y preguntarle por sus recuerdos, curva a curva, mito a mito.

La primera curva, con su primera parte rapidísima y la segunda más cerrada…

"El recuerdo que me viene a la cabeza de inmediato es 1990, casi el motivo de la fama de mi primera curva. Escucha, he seguido toda mi vida una estricta dieta, y ni he engordado ni adelgazado en mi anchura. Te digo que Senna no cabía aquél día. Yo entendía su enfado, su rabia contenida desde el año anterior… pero no iba a entrar y él lo sabía, por mucho que dijera que Prost abrió la puerta y vio un hueco. Luego confesó que fue su revancha por lo de 1989, que fue su respuesta a no querer cambiar la pole de sitio por parte de la FIA. Me entristeció ver a dos campeones de tal calibre acabar así, jugándose la vida por su rivalidad. Por fortuna mis escapatorias cumplieron su cometido, y ambos salieron ilesos. Pero si he de recordar algo hermoso, se lo debo a Kimi Räikkönen en 2005, con aquél electrizante adelantamiento en la última vuelta a Fisichella, camino del triunfo en una remontada increíble. Ese día fui feliz".

Siempre fue difícil esa curva…

"Sí, mira Mansell en el 91. Entró un poco largo en la primera parte, y se acabó. Se salió sin posibilidad de enmendar su error. Y adiós posibilidades en el campeonato: título para Senna. Entonces, y ahora, hay que hilar muy fino en mi primera curva".

Ya, hablando de hilar fino, luego vienen las Eses.

"Es la zona que mejor me define, de la que más presumo. Trázame bien, y serás recompensado en tu orgullo y en tu tiempo por vuelta. Trázame mal, y seré tu peor tortura. Pregúntale a Nigel Mansel de nuevo, que aprendió con dolor lo que significa ir pasado aquí: en 1987, el día de mi estreno, volvió a trazar un poco por fuera, y el accidente le lesionó la espalda. Y encima le arrebaté otra posibilidad de ganar el título con aquél accidente terrible. Quizás fui demasiado implacable, pero soy así. Las Eses me permiten separar a los buenos de los grandes".

Y después de semejante vaivén, una curva ciega en subida, la Dunlop.

"Tan complicada también, ¿verdad?. No ves la salida y es más estrecha de los que parece. Me acuerdo del accidente de Kimi en 2001. Perdió el control del coche, y Jean Alesi, que iba muy cerca, no pudo hacer nada más que chocar también con él, abandonando en su última carrera en Fórmula Uno, y encima impidiendo que consiguiera terminar todas las carreras aquél año. Sólo falló conmigo".

Y entonces, las dos curvas Degner, una combinación preciosa.

"La primera es tan rápida, tan delicada de trazar. Me gusta sentir cómo los pilotos buscan el límite del ápice y de la salida, teniendo que frenar enseguida, porque la segunda curva es bastante lenta. ¡Cuántas excursiones por la puzolana! Me divierto mucho en esta curva. Pero aquello que más recuerdo es a Michael Schumacher en 2006, cuando tuvo que aparcar su coche a la salida de la segunda curva, con su motor humeando cuando iba directo a la victoria. Otro Mundial que arrebataba, porque al ganar Alonso, era prácticamente imposible que consiguiera el título. Una imagen histórica, porque desde el año 2000 no rompía un motor".

Luego viene la horquilla. No hay mucho que decir. Bastante simple, ¿verdad?.

"¿Simple?. Yo no tengo nada simple. Pregúntale a Eddie Irvine si es simple cuando en 1999, en los entrenamientos libres, destrozó su coche en la entrada de la curva. La frenada, que empieza en una ligera curva, es muy comprometida.  Se le desequilibró el coche, y chasis para el desguace. ¡Ah!. Y miné tanto su moral, que al día siguiente no pudo defender su liderato en el Mundial con total confianza, y también lo perdió. Nada es simple en mi recorrido".

Es verdad. Y tras la horquilla, viene una rápida e infinita curva a derechas que acaba desembocando en otra pareja de curvas a izquierdas de radio variable: la cuchara, Spoon. Preciosas.

"Recuerdo 1995. Avisé a Damon Hill con su Williams, porque se salió y dañó su alerón. Luego Coulthard, entonces su compañero de equipo, se salió también aquí y dejó algo de tierra en la pista. Y vino Hill. Ya le había advertido, pero no escuchó. Tocó la tierra, y abandonó. Fin de la historia".

Luego otra recta rapidísima y llegamos a la gran curva, el mito de la 130R.

“Me duele. Me la cortaron, la hicieron más simple, de radio más amplio. Hasta 2002 era mi otro motivo de orgullo, mi seña de identidad. Sí, de acuerdo, lo sigue siendo, pero de no haber sido por aquél brutal accidente de Allan McNish con su Toyota en la clasificación de 2002, seguiría siendo más temible.  Podría ser malévolo y decir que fue porque era un Toyota en casa de Honda. Pero fue el fin de la leyenda de mi 130R, la original. Aunque luego también ha sido difícil: pregúntale a Alguersuari y su accidente en 2009, o a Di Grassi en 2010. No pueden privarme de mi naturaleza, de mi grandeza. Y si no, mira cómo se recuerda el adelantamiento de Alonso a Schumacher en 2005: sigo siendo desafiante, motivo de grandes leyendas.”

Y entonces, la chicane, el Triangle Casio.

"Ya sé lo que piensas. 1989. Senna y Prost. ¿Qué quieres que te diga?. Aquello fue extraño. ¿Tenía realmente hueco Senna?. ¿Cerró Prost la trayectoria?. Podríamos debatir sin fin y nunca te diría la verdad de lo que ocurrió. Tengo grabado en mi asfalto cada movimiento, cada centímetro recorrido, y lo revivo constantemente. Fue el resultado de una guerra sin cuartel, y a su vez el detonante definitivo de una rivalidad extrema. Escucha, Prost cerró la puerta, y Senna buscó un hueco que existía, pero era demasiado justo. No fue bonito y no me gustó que se decidiera así el campeonato. Prefiero no hablar de ello. Y, aunque hablamos de automovilismo, tampoco me olvido de Daijiro Kato, que se me fue aquí, en este punto en 2003, con su Honda, con mi Honda. Lo echo mucho de menos.”

Se me pone un nudo en la garganta. Pero la vuelta se ha acabado. Ya queda poco que contar.

"Tengo dos motivos de orgullo en mi memoria. Dos muy grandes. El primero, que aquí Ferrari volvió a ganar un campeonato de pilotos tras 21 años. Recuerdo los gritos de Michael Schumacher en su coche, las lágrimas, la fiesta. Aquí empezó todo, en mi asfalto, aquél 8 de Octubre del 2000 en que Ferrari volvió a ser invencible. El segundo, que Ayrton Senna ganó todos sus campeonatos en mi pista. De una forma u otra, no me importa ya el cómo: con una carrera memorable en 1988, con un choque en 1990, o regalando la victoria a Berger tras dominar la carrera en 1991. Pero fue aquí. Aquí le siento dar todavía vueltas, dominando como sólo él sabía cada una de mis curvas con el motor Honda rugiendo por los movimientos de su pie derecho. Yo siento que Senna vive aquí, conmigo. Nunca me abandona.”

Quizás Suzuka pretende emocionarnos, dejarnos sin palabras, con un regusto melancólico. Pero cuando abandonamos el recorrido de su trazado, su voz, que volverá a despertarse este domingo para el GP de Japón, nos devuelve a la realidad.

"No te equivoques conmigo. En ninguna curva. Soy implacable. Yo soy Suzuka".