Fernando Alonso y el punto pírrico
Raramente un piloto en la cola de la clasificación ha acaparado tanto la atención de los medios como
Raramente un piloto en la cola de la clasificación ha acaparado tanto la atención de los medios como
Que el Gran Premio disputado en Silverstone ha sido el mejor de lo que llevamos de año es algo indiscutible.
Una salida sorprendente y accidentada, unos protagonistas con los que nadie contaba, una lista de abandonos engrosada casi hasta la mitad de los participantes y una incertidumbre final provocada por la ansiada lluvia. Todo eso nos dejó la novena cita de la temporada en Gran Bretaña, la 49ª carrera en Silverstone. Un regalo en estos tiempos en los que hay más certezas que dudas. Nuestro equipo de redacción saca a relucir de nuevo sus pulgares.
Parecía claro que la estrategia ganadora en el circuito de Silverstone iba a ser a una parada, o al menos Pirelli así lo afirmaba tras la clasificación. Su Informe Estratégico establecía que parar una sola vez en boxes iba a ser más rápido que hacerlo dos veces, algo que resulta especialmente significativo si se tiene en cuenta que en otras carreras que se han completado con una sola parada, como el GP de Austria, Pirelli siempre insistía en que la estrategia más rápida era a dos, por lo que se podría decir que tienden a ser conservadores. Además, aunque el informe también decía que no se podía descartar que alguien fuera a dos paradas, recalcaban que con las bajas temperaturas que se esperaban para el domingo, la degradación podría ser incluso menor.
Tras unas carreras algo sosas, la carrera de Silverstone ha sido realmente entretenida. Desde el principio, con una fulgurante salida de los Williams, hasta el final con lluvia. De primeras diremos que Williams han sido la sorpresa este fin de semana, tanto para lo bueno como para lo menos bueno.
Estamos en Silverstone, una de las cunas del automovilismo. Un circuito de curva rápida que requiere toda la carga aerodinámica disponible. Así que aprovechando los test de la semana pasada en Austria, los equipos trajeron novedades. Y la más rara -aparte del Williams- fue el morro de Force India. Así que vamos a ver si podemos concretar por qué es legal esta solución tan radical.
Dejamos atrás los Alpes para coger el barco, pero eso sí, seguimos en el Viejo Continente. Esta vez, el territorio nos sigue recordando lo que pasó alli hace unas decadas, igual que pasó en Spielberg, donde en las montañas se crearon una especie de pasillos antibombas, para estar comunicados y protegidos. Pero en esta ocasión no es este el caso, sino que llegamos a la lugar de la cuna de la Fórmua 1 tal como la conocemos, llegamos a Silverstone.
Durante los últimos meses, la Fórmula 1 se halla en el punto de mira de muchos sectores de la afición. No es que antes no lo estuviera, sino que últimamente las críticas han crecido tanto en cantidad, como en diversidad. Los motivos de estos duros ataques son, entre otros, el dominio de Mercedes (y la consecuente pérdida de emoción de las carreras), la reducción de decibelios, la excesiva dureza de los neumáticos o las 'injustas' penalizaciones por los cambios de motor.
El esperado -y según cómo, deseado- cambio de aires de Ferrari a McLaren. Esperanza, un nuevo proyecto prometedor. Grandes expectativas, ilusiones de futuro pero también hasta cierto punto resultados esperados, incluso dentro de la primera temporada del retorno de Honda a la Fórmula 1 de la mano de McLaren. Estaba claro que una unión tan legendaria como la de McLaren y Honda con los dos pilotos más experimentados de la parrilla -siendo además ambos campeones del mundo- debía traer muchos éxitos. ¿No?
Guy Anthony Vandervell era un joven con aires rebeldes que sentía poco interés por los estudios o la empresa eléctrica familiar (la CAV fundada por su padre, Charles Vandervell), y mucho por las carreras, en las que se probó tanto en dos como en cuatro ruedas. Pero también tenía un olfato especial para los negocios. Su padre había vendido la empresa a Lucas, y Tony no quería trabajar para ellos.
La relación del aficionado español medio a la Fórmula 1 con Kimi Räikkönen ha sido especial, una especie de relación amor-odio que se ha prolongado a lo largo de los últimos casi quince años y que en la mayoría de cosas ha venido dada por elementos que el piloto finlandés no puede controlar. Aunque siendo sinceros, viendo cómo piensa sobre el mundo Räikkönen, lo más probable es que tampoco le importe demasiado. O directamente, que no le importe nada en absoluto. Claro, así es él.
Árboles. Montañas. Hectáreas de prado de un verde profundo en las últimas horas de la primavera que acogen en su paisaje una carrera de Fórmula 1. Subidas. Bajadas. El Red Bull Ring es un escenario precioso para celebrar un Gran Premio, con un trazado simple y rápido, con un ritmo trepidante. Es curioso que, siendo la primera creación de Hermann Tilke, no aparezcan en el mismo las características horquillas, curvas enlazadas rápidas, y demás marcas de la casa del diseñador. No, el antiguamente llamado Österreichring es fluido, y respeta en parte lo que era el viejo circuito.
El paisaje que rodea al Red Bull Ring nos deja unas de las imágenes más bellas de todo el año. Con sus bosques, sus colinas colindantes y su estampa primaveral. Sin embargo, el GP de Austria comenzó a torcerse desde el sábado, con una confusa parrilla repleta de sanciones, y no mejoró mucho más el domingo, con una carrera con demasiados abandonos y pocas luchas que disfrutar. Se esperaba más, pero al menos, los resultados no fueron los de siempre.
Terminada la carrera, de nuevo nos encontramos con una carrera algo aburrida. Decir que la gente echa la culpa a las Pirelli, pero voy a salir en su defensa. También se les ha echado la culpa del accidente de Kimi y Fernando, pues decían que estaban excesivamente frías.
Dejamos el glamour y la pasión de las calles de Montreal y la isla de Notre Dame, para adentrarnos en un país donde la pasión por el motor viene de lejos. Llegamos a Austria, nación de grandes genios ya sea a nivel cultural, con Mozart, o deportivo, con el mágico Niki 
El pasado fin de semana tuvieron lugar en el circuito de La Sarthe las 24 Horas de Le Mans, la carrera de resistencia más importante del año y joya de la corona del World Endurance Championship -Campeonato del Mundo de Resistencia-, auspiciado por la FIA. En la edición de este año -la 83ª- uno de los protagonistas fue Nico Hülkenberg, ganador de la prueba en su primer intento. El piloto alemán vivió así el mejor día de su carrera deportiva, pero hay más.
Jackie Stewart en Nürburgring en 1968, Gilles Villeneuve en Canadá en 1981, Michael Schumacher en Barcelona en 1996 o Sebastian Vettel en Monza en 2008. Todas ellas, grandes actuaciones con un denominador común: la lluvia. El líquido elemento, aquello que nos da la vida y que buscamos fuera de nuestro planeta como señal inequívoca de un posible futuro más allá de nuestro hogar. No hay duda de que el agua es algo especial, también para la Fórmula 1.
La cita de Montreal es una de las más agradables. Una pista difícil rodeada por muros y en un paraje que alegra la vista, con gradas abarrotadas y que favorece al espectáculo por sus rectas y su enorme exigencia. Una combinaciónque casi siempre deja contentos a pilotos, equipos y aficionados. Pero esta vez nos quedamos con ganas de más. Fue un GP de los que se olvidarán con el paso del tiempo, pero, antes de que eso suceda, nuestros pulgares dictan sentencia.
Lewis Hamilton hace la Pole. Lewis Hamilton sale con firmeza. Lewis Hamilton logra la victoria. Ese podría ser el breve resumen del Gran Premio de Canadá, donde el piloto inglés demostró que el fallo de Mónaco no repercutió en su moral ni en su desempeño en pista, aunque al final de la carrera pareció tener dudas de las órdenes sobre ahorro de gasolina que recibía del muro. Nada serio. Dominó a placer la carrera, y sólo la imperiosa necesidad de conservar combustible y frenos permitía el acecho de su compañero de equipo, que también estaba en modo económico.