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GP de México 2016: Sanciones a la carrera

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José Miguel Vinuesa
5
01 Nov 2016 - 09:15

Lewis Hamilton abrió la Caja de Pandora en la primera curva, y ninguno lo supimos entonces. Porque Lewis había tenido un fin de semana perfecto, tenía todas las miradas puestas en él para la salida, y no falló. Hasta que llegó a la primera curva, donde se pasó de frenada notoriamente, y decidió cortar la chicane por la hierba, pie a fondo sin miramientos, pensando sólo en mantener la primera posición. Cierto, nadie le había robado la posición, era un claro líder en ese momento, pero lo era mucho más tras la chicane.

Nico Rosberg, en un fin de semana de pesadilla con el equilibrio del coche, se sacó una vuelta in extremis en la clasificación para colocarse segundo, reduciendo así el desastre que suponía salir cuarto, su posición hasta entonces. Amor propio, puras manos, empuje en pos de una posición más favorable desde la que, quizás, atacar a Lewis. Pero en la salida fue presa, no cazador. Presa de Max Verstappen, que se colocó en su interior en la primera curva, y obligó a Nico a salirse de pista. Le ahogó. Para Nico era el peor escenario posible. Así que cortó la segunda curva, y mantuvo la posición delante de Max. Analizada la maniobra, Verstappen nunca estuvo delante, por lo que no era merecedora de sanción para Rosberg.

Justo después de la primera chicane, Carlos Sainz, en plena lucha con Fernando Alonso, envió al asturiano a la hierba. No podía verlo, al menos no al principio. Mantuvo su trazada, pero estaba el Mclaren, que por poco no acabó contra el muro. ¿Resultado?. Sanción de 5 segundos para el madrileño, y carrera comprometida. Y un coche de seguridad por el accidente entre el Sauber de Ericsson y el Manor de Wehrlein, justo en la primera chicane.

Hamilton tenía un objetivo, lo tenía todo por la mano, y no falló. Sólo puede ganar, y esperar que pase algo con Rosberg. Algo que esta vez casi ocurrió. Quizás en Brasil. Quizás en Abu Dhabi. La cuestión es estirar la resolución del campeonato hasta el último momento posible, y no perder esa esperanza que se había escapado de la Caja de Pandora que había abierto su acción en la primera curva.

Porque el Gran Premio de México será recordado por la pantomima de sanciones y no sanciones, no tanto por las acciones en pista. Y es lamentable. Tuvimos una estupenda lucha toda la carrera entre Felipe Massa y Sergio Pérez, que no podía con el brasileño, rapidísimo en la recta, pero sufriendo en las curvas. Desesperante para el mexicano, que también se pasó de frenada en la primera curva, pero en vez de seguir por la hierba, sí que supo volver a pista por el lugar que tocaba, asumir su error, perder terreno y prepararse para volver al ataque. No pudo con Massa, y fue bonito ver ese juego de ataques y defensas.

Tuvimos la preciosa lucha entre Rosberg y Verstappen, que llegaba al alemán para ponerle en jaque. Era la vuelta 50. El holandés sabía que en la recta jamás podría con Nico, así que llegando a la curva 4, desde lejísimos, se lanzó sin miramientos. Típico Max. Casi se llevó a Rosberg por delante, se salió de la pista, y así es como Rosberg pudo tomar oxígeno y conservar su segunda posición con más calma. El ímpetu de Verstappen había jugado en su contra, pero gracias por intentarlo.

Tuvimos la intensa lucha entre Kimi Räikkönen y Nico Hulkenberg, cuyo fin de semana fue de los mejores que se le recuerdan en la F-1. El finlandés de Ferrari supo llegar poco a poco hasta el alemán, y llegando a la cuarta curva (o segunda chicane), atacó por fuera. Por un momento, trajo el recuerdo de su lucha con Bottas en ese mismo punto en 2015, que acabó con Kimi fuera de carrera. El Ferrari se fue al exterior, cogió la posición con firmeza, y Hulkenberg mantenía un interior que pronto sería exterior. Se rozaron, y el Force India acabó haciendo un trompo, sin culpa del piloto de Ferrari, que logró con inteligencia y coraje la sexta posición.

Y tuvimos la magnífica lucha entre Verstappen, Vettel y Ricciardo. A Ricciardo la carrera se le puso cuesta arriba con un pinchazo en la primera vuelta, pero el aguerrido australiano no se dio por vencido, y descuadrado en estrategia con el resto de la parrilla, fue remontando posiciones hasta que al final de la carrera, empezó a acercarse a Vettel. Por su parte, el alemán de Ferrari firmó una gran carrera desde el séptimo lugar, supo mantener la calma con sus neumáticos antes de la única parada, y eso le permitió empezar a recortar tiempo con Verstappen al final de la carrera. Llegó. El podio era una posibilidad factible, y vista la carencia de un resultado positivo en las últimas carreras, el colmillo del alemán estaba afilado. Preparó el ataque. Y llegó la vuelta 68.

Verstappen tenía que defenderse del ataque de Vettel, y se pasó de frenada. Pero, al igual que Hamilton, decidió cortar la chicane, manteniendo el tercer lugar. Pandora debía estar divirtiéndose de lo lindo en alguna cantina del circuito, con su tormenta desatada. Vettel no pudo contenerse, porque Max tenía que entregar la posición, y el propio muro de Red Bull se lo indicó. Max no lo hizo. Pero hizo algo curioso: ya que Daniel Ricciardo estaba llegando a la pareja, empezó a contener más aún a Vettel, que pasó de atacante a atacado, mientras se anunciaba el análisis de la maniobra de Max con Sebastian.

Pero en ese momento, vuelta 70, era Daniel Ricciardo el que atacaba al Ferrari, que se movió en el momento de frenada para cerrar la puerta, aunque dejando un espacio de seguridad. En puridad, fue un momento precioso: dos viejos compañeros y rivales, rueda con rueda, tocándose, Daniel por el interior y Sebastian por el exterior. Ambos aguantando con su orgullo por bandera. Pues se anunció el análisis para una posible sanción una vez acabada la carrera, que finalmente se impuso a Vettel.

Hamilton ganaba, Rosberg llegaba segundo. No sabían nada del resto, los de atrás, porque están en otro espacio. Verstappen llegó tercero para el furibundo enfado de Vettel, que le recriminó con gestos negativos la actitud al joven holandés, profiriendo insultos tanto a Max, como incluso a Charlie Whiting, director de carrera. Palabras muy mayores e inaceptables. A esas alturas, Pandora estaba ebria de tequila pasándola en grande.

Y a Verstappen lo bajaron casi del mismo podio, sancionándolo con 5 segundos, clasificando finalmente en quinto lugar, que luego fue cuarto. Y entonces, todo, absolutamente todo, careció de sentido. Olviden todo lo visto, todo lo leído, todo lo experimentado.

Hamilton merecía sanción. Su ventaja al cortar la primera curva fue tan descarada, que se ganó cuanto menos un castigo de tiempo, aunque luego no hubiera tenido importancia en la clasificación. La primera curva de la primera vuelta es tan carrera como la antepenúltima. No fue una situación de lucha con otro piloto, como el caso Rosberg-Verstappen. Fue una acción motivada por un error propio de Hamilton, que quedó en nada porque mantuvo el acelerador a fondo, y así nadie pudo tampoco inquietarle en la cuarta curva. Si eso no es una ventaja ilícita, pocas lo son, entonces.

Verstappen merecía sanción. Porque su acción fue idéntica a la de Hamilton: tomar una ventaja cuando, tras cometer un error, su posición estaba perdida. La mantuvo porque cortó una curva. La decisión debería haberse tomado antes, de hecho, y evitar la patética imagen de un piloto que cruzó la meta tercero, prácticamente sacado detenido de la sala previa al podio. Triste. Pero Max tenía razón cuando le dijo a Hamilton que le habían sancionado por hacer lo mismo que él. Verstappen lo había visto en primer plano. Lo sabía bien. ¿Por qué él y Lewis no?. No hay justificación para ello.

Y Vettel merece sanción, seguramente. Porque esa maniobra fue expresamente vetada en la anterior carrera, una decisión, casualidades, motivada por Max Verstappen, que se había convertido en un experto en el movimiento defensivo una vez iniciada la frenada. Que todo sea dicho, es una maniobra defensiva compleja, y hasta cierto punto, bonita. La han hecho muchos grandes campeones en la historia. ¿Ahora no se permite?. Entonces es sancionable. Sin más vueltas, como finalmente lo fue. Pero en tres horas, tuvimos a tres pilotos en la tercera posición del podio: Verstappen en meta, Vettel en la ceremonia, y finalmente, tras la sanción al de Ferrari, Ricciardo en la estadística. Ridículo espantoso, y desconcierto para un aficionado al que le llega el mensaje de que no vivió lo que estaba viviendo.

Y los insultos de Vettel merecen una muy seria reprimenda, sanción, advertencia. Lo que sea. Así no, Sebastian. Todos los pilotos se quejan, más o menos, pero todos lo hacen. Unos se quejan a su equipo, otros de los demás pilotos, otros de las banderas azules. Pero lo que no se puede permitir, de ninguna de las maneras, es la descalificación personal, ni a pilotos ni a directores de carrera. Y no, Vettel no es ni el primero ni el único, pero ojalá sea el último. Eso sí, las radios se han convertido más en un buscador de polémica, que en un instrumento para ofrecer interesante información al espectador. Sólo se airean las polémicas. La FOM actuando como un Gran Hermano que saca los momentos más calientes. No se hasta qué punto las radios son interesantes para eso, pues generan tensiones entre los pilotos que en nada ayudan, sino que enrarecen la atmósfera de las carreras.

Al final, la sensación que queda es que la Fórmula Uno ha perdido el norte, el sentido. No puedes creer lo que ves en pista. No puedes confiar en que una acción idéntica a otra sea sancionada o no. Pero el problema no es ese. El problema es que el negocio, las infinitas normas, el tener todo tan medido y controlado, han matado el deporte. Las carreras ya no tienen el punto de libertad, dentro de un límite por supuesto, que han tenido en otras épocas. Y no se trata de que el pasado fue mejor: se trata de que el presente está encorsetado en normas absurdas que ni siquiera se aplican con coherencia. Así que lo que observamos cada domingo hay que ponerlo entre comillas, y el sentarse a disfrutar de una carrera sin más, sin buscar culpables en tal o cual maniobra, en pedir la penalización de este u otro piloto, se ha acabado. Han ido matando poco a poco el espíritu de las carreras, y casi no nos hemos dado cuenta, enfrascados en peleas vanas.

La F-1 nunca fue tan absurda, ni tuvo una imagen tan incoherente consigo misma. Siempre ha habido normas, pero hoy es una caricatura de lo que un día fue un deporte que emocionaba porque lo que se veía en la pista era real. ¿Por qué la lucha entre Villeneuve y Arnoux en Dijon ’79 es tan mítica?. Porque era competición pura, con el respeto entre los pilotos, y la admiración incondicional de los aficionados. Y con unos comisarios que jamás se hubieran planteado intervenir y sancionar a dos pilotos ofreciendo un espectáculo soberbio. Aquél “pure racing” que Senna sólo llamaba ya a las carreras de karts. En esta F-1, todo está bajo la lupa: la técnica, los presupuestos, las acciones en pista y fuera de ella. Casi como si estuviera guionizado.

La esperanza de que algo cambie es vana. Y sí, nos sentaremos los domingos a ver las carreras, y pagaremos por ellas si hace falta. Porque amamos lo poco que queda de este deporte desde lo más profundo de nuestras emociones. Pero me van a perdonar: yo hoy me voy con Pandora a la cantina, a brindar por las carreras sancionadas.

 

5 comentarios
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04 Nov 2016 - 20:28
Excelente crónica y excelente editorial. La F1, ya lo he escrito anteriormente, está sobre reglamentada, por no decir absurdamente. Se ha perdido, o mas bien los directivos le ha quitado el espíritu a la competición. Una lástima.
02 Nov 2016 - 11:03
Excelente.
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01 Nov 2016 - 15:57
Muy buen artículo, lo ha dicho todo!!
01 Nov 2016 - 11:06
+ 1000 para el artículo, Sr. Vinuesa.
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