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GP de Japón F1 2016: Mercedes, doble campeonato

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José Miguel Vinuesa
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11 Oct 2016 - 13:06

Suzuka. Sus enlazadas. La curva 130R. Su ritmo por vuelta tan bonito, siempre alto. Un circuito que permite todavía separar a los muy buenos pilotos de los que lo son solamente buenos, y que premia a un coche estable, con buena tracción y potente, que permita una transferencia de inercias impecable y cuya capacidad de generar carga aerodinámica sea abundante. 

Con esas premisas, el coche a tener era un Mercedes W07, lo que nos limitaba la cuestión del piloto a Lewis Hamilton o Nico Rosberg. Sí, podríamos incluir a Red Bull, pero tiene carencias en algunos puntos. Así que la incógnita era si la suavidad de Rosberg o la mordida de Hamilton podrían conquistar la pista. Lo cierto es que Hamilton no parece estar del todo a gusto en la pista japonesa, pero esa percepción se destruye al ver que había ganado los dos años anteriores. Sin embargo, a Rosberg parece encajarle como un guante, y este año no fue diferente: primera posición en todas las sesiones, incluida una pole position muy ajustada sobre Lewis Hamilton, con sólo trece milésimas de diferencia u ochenta y dos centímetros de distancia. Si sostenemos que es un circuito de piloto, y ambos tienen el mismo coche, en términos de velocidad pura esa podría ser la situación ahora mismo entre ambos, es decir, un empate técnico. Otra cosa es la gestión de carrera.

Porque ahí, Hamilton llevaba dos años robándole todo el trabajo del fin de semana a Rosberg en el momento de la salida, escapándose en el liderato, y dejando a Nico preguntándose qué había pasado. Eso era cuando Nico sucumbía a la presencia de Lewis, cuando se hundía ante las demostraciones de fuerza del inglés. ¿Ocurriría un tercer año consecutivo?.

En realidad, la presión la tenía Hamilton. Tenía que ganar, recortar puntos, tomar una bocanada de aire fresco tras todo el humo de su motor en Malasia. Problema: su zona en la parrilla estaba húmeda. Solución: además de unos comisarios con ventiladores, Mercedes intentando poner el calor de sus neumáticos en el suelo para absorber la humedad. Pero escudarse en una ligera humedad no sería lo admisible en un tricampeón del mundo, y no lo hizo a posteriori.

Porque cuando se apagaron los semáforos, lo que ocurrió fue que Hamilton avanzaba como frenado por un peso muerto que había olvidado liberar antes de la salida, quizás la presión. Los monoplazas casi le rozaban en su voraz avance frente a su débil competidor, algunos saliendo de manera perfecta desde esa zona algo más húmeda. Y al fondo, llegando a la primera curva, Nico Rosberg se había hecho un punto demasiado pequeño, inalcanzable como una estrella en el firmamento: la del otro Mercedes, no la suya. Hamilton no había ejecutado con precisión ese momento tan delicado que requiere la coordinación entre quitar el pie del freno para evitar que el coche se mueva en la bajada de la recta de Suzuka, con el acelerador y el cambio. Otra salida para olvidar. Y una carrera que se esfumaba.

Rosberg miraba el retrovisor y sólo veía a Max Verstappen. Ni rastro de Hamilton. Quedaban 53 vueltas para cimentar una victoria y añadir un nuevo escalón en su camino hacia el campeonato del mundo. Y así lo hizo. Podemos seguir cayendo en el tópico de que sólo gana cuando no tiene que luchar con Hamilton, y puede que siga siendo verdad. Pero no es responsabilidad de Rosberg hacer que Hamilton esté con él para pelear por la victoria: si su compañero tiene problemas de fiabilidad o comete errores de pilotaje, él tiene que seguir con su camino, asegurar la victoria, y luego ver qué pasa con Lewis. Dónde está. Cuál es su lenguaje corporal para adivinar su estado anímico. Sabe muy bien que es un animal depredador insaciable, y que herido es más peligroso todavía. Pero Nico, en un error de juego psicológico, no trata de desmoronar aún más a Hamilton, como éste sí que hacía en el pasado, sino que sigue lanzándole mensajes de que aún puede conseguirlo. Por supuesto, él lo sabe, conoce mejor que nadie quién es Hamilton. Lo lleva sufriendo cuatro años. Así que Rosberg no cambia su enfoque: el chico agradable, un punto compasivo, dispuesto, jugador de equipo. Quizás eso desconcierte a Hamilton, quizás no. La cuestión es que a Rosberg ya no le importa nada de lo que le ocurra a Lewis. Esa es su victoria este año.

Lewis Hamilton tuvo una primera parte de la carrera tan gris como su coche. Tardó pocos segundos en pedir perdón al equipo, con aire de derrota. No estuvo mal después de sus suspicacias en Malasia, pero dejó claro el enfoque con el que comenzaba la carrera. Parecía que estaba absorto, no era el Hamilton al ataque de siempre, no podía con Räikkönen, no había fuego, ni chispa. Nada. Hasta que tras el primer cambio de neumáticos, despertó. Porque si algo caracteriza a Hamilton es que no tira la toalla jamás, así que agarró a su Mercedes por el cuello, y empezó a retorcerlo en su avance hacia el podio, hacia la oscura tarea de encajar el golpe y perder lo menos posible. Hasta que llegó a Max Verstappen. Lo estudió, sin entender por qué en la recta de meta no podía aprovechar totalmente el DRS y su superior motor Mercedes. Hasta que lo entendió. El joven Max sabe ya trucos de piloto muy experto. Sus defensas son tan soberbias como sus ataques. Hamilton comprendió, y supo acercarse a él. ¿Valía la pena intentarlo?. Sabía que Max no cedería jamás, y él tiene un título en juego. Pero es Hamilton, así que puso todas sus posibilidades en un único intento, llegando a la chicane, en la penúltima vuelta. Movimiento rápido al interior, y Max, en una muy prostista actitud, cerró la puerta. Lewis sólo pudo apretar a fondo los frenos y evitar al Red Bull saliéndose por la escapatoria. Fin de la partida. Tercero, a treinta tres puntos de Nico, incapaz de superar al coche número treinta tres.

Por su parte, Ferrari demostró todo el fin de semana un potencial impensable en esta pista. Red Bull, a priori, debería haberles superado con cierta facilidad. Y sin embargo, ahí estaba el SF16-H, con un porte bastante grácil en las selectivas eses, con potencia en las rectas, con tracción. ¿Dónde estaba ese coche terrible de otras carreras?. En realidad, Red Bull y Ferrari están en el mismo escalón de rendimiento, puede que los coches austríacos con un cuello de ventaja, pero poco más. El chasis del Ferrari es bueno. El motor, mejor aún. Y lo rubricaron siendo terceros y cuartos en la parrilla. Pero tanto Vettel como Räikkönen sufrieron penalizaciones, uno por su acción en Malasia, y el otro por sustituir la caja de cambios. Adiós podio. Al menos en el caso de Kimi, porque Vettel se empeñó en no darse por vencido. La salida del alemán fue perfecta, mantuvo la agresividad de otras ocasiones, pero esta vez no hubo incidentes. Y entonces, en la primera vuelta, con el coche hasta los topes de combustible, puso en su punto de mira a Daniel Ricciardo mientras se acercaban hacia la mítica 130R. Nada de DRS, nada de diferencias de rendimiento de neumáticos u otras variables. Dos coches en idénticas condiciones. El australiano protegió el interior al ver que Sebastian se colocaba a su derecha. Pasar a Ricciardo no es tarea fácil nunca, pero Vettel estaba inspirado. Así que, si así lo quería, sería por fuera. En la 130R. Por pura valentía. Posiblemente el adelantamiento del año. Seguramente, la mejor respuesta a los críticos por parte del alemán, que siguió pilotando toda la carrera con precisión y velocidad. Quizás hay que enfadar al tetracampeón, ponerlo contra las cuerdas, porque vimos al mejor Sebastian desde hace mucho, y se mereció el podio. Pero no Ferrari, que lo estropeó con la última parada y una elección errónea de neumáticos. Es cierto que el rival no era Hamilton, que venía por detrás, sino Verstappen, que estaba segundo. Lewis hubiera pasado casi con seguridad, pero si Vettel llegaba a Max, podría sacar partido a la situación. No ocurrió, y fue cuarto, con la vuelta rápida en su haber. Eso no empaña la gran carrera de Vettel, ni la buena carrera de Kimi, quinto. Pero el subcampeonato en constructores empieza a ser imposible.

Y si decíamos que este circuito es uno que premia determinadas características de un monoplaza, habrá que preguntarse cuáles de ellas cumple el Mclaren-Honda. Decidieron penalizar a lo grande en Malasia para no hacerlo en la carrera de casa del motorista. Y la expectativa era buena tras los resultados en Sepang. Pero entonces, la nada. ¿Cómo sostener, como pretende Eric Boullier, que tienen el tercer mejor chasis?. Quizás en un circuito ratonero, urbano, lento. En un circuito de verdad, de los que sacan las virtudes pero también las vergüenzas, el Mclaren no produjo más que sonrojos. Y sí, el Mclaren, no el motor Honda, que no es que sea maravilloso, pero ya no puede ser el chivo expiatorio. El coche devora los neumáticos, sufre en curva rápida, no tracciona con eficacia (Alonso no hacía más que alargar la trazada en la horquilla en busca de una salida lo más recta posible, por ejemplo). No vamos a decir que es el peor, porque no lo es, pero con suerte está por detrás de los Force India, que es el cuarto equipo en rendimiento y en el campeonato. Eso no significa que no hayan mejorado, y mucho, pero no se pueden obviar las evidencias: en una carrera sin ninguna baja, estuvieron en el fondo del grupo, y fueron doblados. Su lucha fue con los Toro Rosso y con los Sauber, el primero con un chasis decente pero un motor muy pobre a estas alturas, y el segundo lo contrario. Y esta vez no hubo una queja de que el motor era de GP2, sino que de Alonso “desearía” poder subir el ritmo cuando se lo pidieron desde el muro. ¿Cuál es la realidad?. ¿El séptimo de Malasia o el decimosexto de Japón?. El contraste en sólo una semana es demasiado fuerte.

Así que Nico Rosberg realizó una carrera de diez, y sacó diez puntos más a Lewis Hamilton. Y Mercedes se aseguró el doble campeonato del mundo en 2016: ya tienen el título de constructores, y sólo uno de sus pilotos puede ganar el de pilotos. A Rosberg le bastan cuatro segundos puestos si Hamilton gana todas las carreras. Pero más allá de calculadoras, de estadísticas que pueden romperse aunque digan que nadie ha perdido el título con sus resultados este año, lo definitorio es la actitud. Hamilton necesita creer que puede hacerlo, y si alguien es capaz de ello, es él. Rosberg sólo necesita seguir absolutamente centrado para no perder un Mundial que se está ganando.

 

2 comentarios
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11 Oct 2016 - 21:09
Insisto. Vettel NO SUPERÓ a Ricciardo en 130R. Si tenéis la oportunidad de ver la cámara on board del piloto alemán, comprobaréis que en la recta anterior a la 130R ya le tiene rebasado. Se ve con claridad que el coche de Ricciardo desaparece por completo a su izquierda unos 150 metros antes de llegar a la famosa curva. Lo adelantó en la recta precedente, no en el pase por la curva. Quizás por eso no se le ha dado tanto bombo en otros diarios.
Antoniojime
11 Oct 2016 - 18:16
Nada que reprocharle a Hamilton . Estará cuando tenga que estar .
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