ALMACÉN F1

GP de España 2016: Máxima emoción

Mercedes nos regaló una carrera apasionante gracias a su abandono prematuro
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José Miguel Vinuesa
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18 Mayo 2016 - 11:34

Lewis Hamilton había preparado con mucho cuidado la carrera en el Circuit de Barcelona-Catalunya. Si el viernes su coche parecía algo nervioso (hablando siempre de un Mercedes), el sábado era un auténtico primor su paso por las curvas 7, 8 y 9, así como en la zona del estadio. Mordía con su monoplaza, y se notaba. Había llegado el momento de hacer oscilar la inercia del campeonato hacia su lado. Y en la sesión de clasificación, remató el trabajo del fin de semana con una vuelta para enmarcar. Nico Rosberg no se descompuso ante el golpe, cumpliendo con lo que debe hacer si no es primero. No, no estaba rodando mal, pero visualmente se apreciaba una ligera diferencia con Lewis. Quizás era sólo la característica que tanto hemos comentado de que Rosberg es más redondo en su trazada, más suave. Segundo en parrilla le seguía permitiendo mantener las opciones abiertas.

Por detrás, la relativa sorpresa de que los Red Bull se colocaran delante de los Ferrari en la parrilla. Relativa, porque es sabido que el Circuit de Barcelona-Catalunya premia un buen chasis y una aerodinámica depurada, factores clave en los coches austríacos. Pero Ferrari había obtenido buenos tiempos en las sesiones previas, en el caso de Vettel incluso mejores que su tiempo definitivo en la Q3. Sin embargo, tanto Ricciardo como Verstappen sacaron todo el jugo a su monoplaza, ganando la partida en el último momento el australiano. La pelea entre los Red Bull y los Ferrari se antojaba muy interesante para la carrera, contando con que los Mercedes estarían cómodos en cabeza. Pero la Fórmula 1, un mundo donde los cálculos precisos son el orden del día, puede resultar impredecible. A veces.

Al apagarse los cinco semáforos, Lewis veía como Nico le acababa ganando la posición por el exterior de la primera curva. Dentro de su casco, los peores fantasmas de Hamilton debían haberse desatado de manera tormentosa. Subiendo hacia el curvón de derechas, se acercó. Planeaba un ataque rápido, seguir con el plan que había previsto: pole, liderato, escaparse, ganar. Nico estaba vigilando sus retrovisores con sumo cuidado. Así que cuando Hamilton se lanzó al interior, cerró la puerta sin contemplaciones. Nico ya no es un piloto blando que cede ante la agresividad del resto. Fue implacable, solo que demasiado. No dejó ni un resquicio de pista a su compañero, llevándolo a la hierba, donde Lewis perdió toda posibilidad de retomar el control de la situación. Cuando Nico frenó para tomar la curva, sucedió lo inevitable, y Hamilton embistió con violencia a su compañero. Ambos fuera de carrera. Quizás Nico no debió ser tan inclemente, quizás Hamilton no debió caer en la excitación de querer ganar una carrera justo al comienzo, fruto de la impaciencia. Fruto de la presión.

Con dos Mercedes fuera de carrera, y la cúpula del equipo en cónclave de crisis de inmediato, la carrera se abrió a la incertidumbre bajo el sol catalán. Los Red Bull eran líderes, y un impresionante Carlos Sainz era tercero, justo tras su excompañero de equipo, Verstappen. Tres coches de Red Bull liderando un Gran Premio. Los Ferrari, dando de nuevo la impresión de desaprovechar una oportunidad servida en bandeja de plata. Tras el coche de seguridad, a Vettel le costó adelantar a Carlos, mientras Ricciardo y Verstappen abrían hueco, el joven holandés sin perder el ritmo de su experto compañero. Poco a poco, Sebastian se acercó, y puso en aprietos a ambos, comenzando el juego estratégico. 

La solución fue que, finalmente, Vettel consiguió pasar a Ricciardo en los boxes, y en ese momento podría haberse pensado en que el liderato virtual era suyo, si el sorprendente líder, Verstappen, y el segundo, Räikkönen, paraban en boxes. Pero no iba a ocurrir. Max aguantaba los embites de Kimi, mientras que Sebastian tenía que soportar la creciente presión de Daniel. Dos bonitas parejas de baile. 

La emoción era intensa. Max Verstappen estaba liderando por primera vez en toda su carrera un Gran Premio. En su primera carrera con un Red Bull. Con un campeón del mundo a sus espaldas. De repente, Max había ascendido de liga. Ya no jugaba en la mitad alta de la parrilla. Ahora se codeaba con los nombres consagrados de este deporte, en su segunda temporada. Y lo hacía con la misma frescura que le ha caracterizado en Toro Rosso, con la misma determinación. Estaba siendo perfecto, un muro infranqueable, con la mirada puesta en un objetivo que nadie podría haber imaginado a las dos de la tarde: vencer un Gran Premio. Pero a Max Verstappen no le tiembla el pulso, como tampoco lo hizo a Helmut Marko con su decisión, que debía estar sonriendo con complacencia en el motorhome. La decisión se estaba justificando sola. Y entonces, por apenas poco más de medio segundo, Max Verstappen cruzó la meta y cambió la historia ganado la carrera, el más joven en lograrlo, y muy posiblemente para la eternidad: se puede debutar en F-1 con dieciocho años, pero será prácticamente imposible lograr un resultado así tan pronto.

Por detrás, Kimi debía sentirse impotente, como Vettel. Ferrari pierde una carrera que, como la de Australia, pudo haber sido suya. Pero lo más preocupante es que Red Bull se ha puesto a su altura, si no superado, y si la Scuderia no reacciona de manera inmediata, las futuras evoluciones del motor Tag Heuer (Renault) para el Red Bull, les pueden dejar como tercera fuerza de la parrilla. ¿Campeonatos del Mundo?. No será este año, pero sería de esperar alguna victoria. Si la cúpula ferrarista sigue exigiendo algo que es palmario que no se puede conseguir, comenzarán las crisis, las purgas, los bandazos técnicos y deportivos, de todo lo cual obtendrán escasos resultados. Este segundo y tercer puesto es bueno, pero no satisface a nadie, dadas las circunstancias. Que Kimi sea segundo en el campeonato, eso sí, dice mucho del comienzo de año que está cuajando el finlandés, mucho más consistente que en años precedentes. Quizás sin algunos problemas, Vettel estaría más cerca de Rosberg. Pero en todo caso, seguirían siendo espejismos, aunque podrían haber puesto emoción al campeonato. Que sí, es largo, pero tanto como la distancia que separa a Mercedes del resto.

Carlos Sainz también cuajó una carrera magnífica, primero con una salida fulgurante y un adelantamiento por el exterior a Vettel en la cuarta curva, y luego firmando un gran sexto puesto, aunque rodando la práctica totalidad de la carrera en tierra de nadie. Su inicio fue una absoluta reivindicación ante los convulsos acontecimientos en Red Bull. Una llamada de atención a los mandamases, para recordarles (si hiciera falta) su valía. Porque Carlos crece, demuestra su velocidad y madurez, y avisa que se está preparando muy seriamente. Su carrera fue impoluta, y de paso masacró a su nuevo compañero, aunque conocido, Kvyat, que pudo sumar un punto. Importante para él, aunque el rendimiento del ruso podía esperarse: coche nuevo y moral mellada. Si bien eso no es el problema de Carlos, que regaló en su país una carrera redonda.

Muchas dudas vuelve a dejarnos Mclaren-Honda. La clasificación supuso una alegría, al entrar por primera vez entre los diez primeros desde que el binomio anunció su regreso. Pero visto con frialdad, ni Massa estuvo en la posición que le correspondía, ni tampoco Kvyat con el Toro Rosso. Para España se había profetizado el mejor chasis de la parrilla, y aunque sostengan que en el tercer sector del circuito, revirado, son el tercer equipo, siguen estando lejos de los mejores en este apartado (Mercedes y Red Bull), y un sector no hace milagros. Pequeños avances donde debería haber zancadas. En carrera, Button rodó con solvencia por delante de Alonso, ambos en los puntos aprovechando el pequeño caos inicial. Sin embargo, el motor de Fernando dijo basta, trayendo a la memoria los peores recuerdos del pasado, que parecían superados. Jenson fue capaz de sumar los puntos de la novena posición. Al menos puede decirse que puntúan con regularidad.

Desdibujados los Williams pese al quinto de Bottas y la remontada de Massa. Han perdido, como reconocía durante la semana Pat Symonds, el tercer escalón en cuanto a rendimiento. Debe remarcarse el buen Gran Premio de Sergio Pérez, la cara en Force India frente a un Hulkenberg que, si bien padeció problemas de motor, parece en otro lugar. Un piloto que está perdiendo parte de su atractivo, pues se le conoce un nivel que no está demostrando en estos momentos.

Al final, de manera injusta y mezquina, podríamos desear que los Mercedes tuvieran que abandonar en cada carrera. Su manifiesta superioridad ahoga toda posibilidad de lucha por la victoria, y entre ellos mismos no la hay tampoco. Seguramente tras los ocurrido en Montmeló, menos aún. Su dominio es merecido, pero eliminados de la ecuación de las carreras, éstas se vuelven maravillosas e impredecibles, con dos equipos muy igualados que pelean con ahínco por la victoria y por el podio. Fue un Gran Premio para recordar en muchos sentidos. Pero sobre todo, por Verstappen, con una victoria sin paliativos, dando la razón a sus jefes, poniendo desde el primer momento en aprietos a Ricciardo. Si mantiene los pies en el suelo, consciente de que el tiempo está de su lado, su futuro puede ser impresionante. Mientras tanto, regaba desde el podio con un champagne que hace poco tiempo que puede consumir, y sonreía con su natural picardía. Acababa de ser el mejor de todos. 

Gracias por las emociones, Max.

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