Almacén F1

GP de Bélgica 2016: Rosberg gana, pero pierde

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José Miguel Vinuesa
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29 Ago 2016 - 18:11

Nico Rosberg tenía todo a su favor para recortar ampliamente la distancia con el líder, su compañero Lewis Hamilton, o incluso recuperar el mando en la clasificación en el circuito de Spa-Francorchamps. El británico tendría que comenzar la carrera en el fondo de la parrilla por las sanciones que iba a acumular al cambiar varios motores, a fin de evitar posibles sanciones más adelante. Era algo que se sabía, y algo que necesariamente tenía que hacer Lewis para minimizar su gran escollo en el camino hacia su cuarto título: la escasez de unidades de potencia.

Así que Nico sólo tenía (como si fuera fácil) que tomar la oportunidad que le servían en bandeja de plata, sacar a relucir sus guantes de seda a través de la fluidez de Spa, y ganar. Sí o sí. Cualquier otra cosa sería inaceptable. Y sin embargo, el primer paso casi lo pierde. Porque Max Verstappen extrajo la quintaesencia de su Red Bull para complicarle la clasificación a Rosberg. Estaba impresionantemente cerca, y se convertía en el piloto más joven en partir de una primera línea, superando al malogrado Ricardo Rodríguez en el GP de Italia de 1961, el día de su debut, precisamente también en segunda posición.

Nico se quejaba de las presiones demasiado altas de los neumáticos impuestas por Pirelli, pero ese Red Bull le puso en verdaderos aprietos. Y el problema no era ya la pole position, sino la carrera. Porque Verstappen estaba absolutamente en vena en la carrera más cercana a su país natal, con las gradas teñidas del naranja holandés. Saldría segundo, machacando por el camino a su compañero, un Ricciardo que saldría quinto. Y superando a los dos Ferrari, que parecían mejores en Spa que los monoplazas austríacos, aunque por poco.

Así que el domingo, la salida tenía una intensidad especial. La estrella que todos buscaban era Max. Todo eran entrevistas, paradas en el paseo de los pilotos. Y entonces, al apagarse los semáforos, Verstappen falló estrepitosamente, y se vio superado por los dos Ferrari, mientras Nico salía con tranquilidad hacia la siempre peligrosa primera curva. Liderato fácil. Verstappen intentó recuperar de una sola vez lo perdido, y se lanzó a por Räikkönen, que a su vez se veía encajonado por su compañero Vettel. Casi como en China, se podía prever la colisión. Los tres arruinaron su carrera en ese momento: trompo para Sebastian, alerón roto para Max, pinchazo y algunos daños para Kimi. Y una Flecha Plateada que encaraba en solitario el muro del Raidillon. Todo muy fácil.

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Quizás Max pagó la presión excesiva del entorno. Porque el resto de su carrera fue errática. Como siempre, irreductible y valiente. Pero tuvo muchos toques con varios pilotos, especialmente con Kimi. ¿Eran movimientos defensivos?. Sí, lo eran. Pero a veces, sólo a veces, hay que saber tener un límite. No fue el día de Max, pese a que la velocidad estaba ahí. Pero por primera vez desde su debut en F1 el año pasado, se vio a un Verstappen errático, revolucionado, queriendo hacer más de lo que podía hacer.

Como si quisiera agradar. Como si el color naranja de las gradas le impusiera una actuación concreta. Max sucumbió a la presión, pero eso no es algo anómalo, pues sólo tiene 18 años. Lo extraño es que no ocurriera antes aún.

En la última fila de la parrilla, dos campeones del mundo, dos excompañeros, fueron viendo caer a algunos rivales, y fueron avanzando posiciones. En uno, Hamilton, era natural. En el otro, Alonso, era pura inteligencia con ese punto de intuición que le caracteriza. Los puntos eran más que posibles para ambos. Quizás incluso más.

Pero entonces se desató el caos. Pascal Wehrlein embestía a Jenson Button en Les Combes, acabando así ambos un fin de semana muy positivo para ambos hasta entonces. Luego, Carlos Sainz, que se había encaramado a una impresionante séptima posición, y se le veía con la actitud de llegar incluso más arriba. Pero el neumático trasero derecho reventó, poniendo fin a la que podía haber sido una gran carrera del español. Su Toro Rosso ya no está para dar alegrías, y se ve superado por muchos equipos. Carlos lucha, saca todo su potencial, y de repente aparece en esas posiciones que no le corresponden. Fue una oportunidad perdida, sin duda. Pero con el alerón trasero destrozado, toda posibilidad de conseguir algo se habían desvanecido.

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Y entonces, el silencio. Una mancha amarilla que saliendo del Raidillon desaparecía engullido por una barrera de neumáticos. Un silencio espeso, pues hacía mucho tiempo que no se veía un accidente fuerte en la F1 en esa curva, siempre tan delicada, con su velocidad extrema y su diabólico juego con las leyes de la física. Era la sexta vuelta, era Kevin Magnussen, y los protectores laterales de la cabeza salieron despedidas. Sólo cuando el danés salió renqueante, pero sano y salvo, de su monoplaza, volvió a escucharse el ruido de los motores, y a recobrar su pulso la carrera, que no importaba nada hasta ese momento. La seguridad en la curva ha mejorado mucho con el tiempo, pero será objeto de discusiones, sin duda. Pero la montaña no puede desaparecer, y tras esa escapatoria hay una caída. Se puede hacer poco, salvo modificar sustancialmente la curva.
El coche de seguridad dio paso a la lógica bandera roja. El espíritu de las montañas de Las Ardenas había reseteado la partida. Ni Nico tenía la carrera ganada, ni los demás perdida. De hecho, gracias a una estrategia estupenda, tanto Fernando como Lewis se encontraban de pronto en cuarta y quinta posición. Todo podía suceder.

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Tras la reanudación, Nico se fue alejando de nuevo, esta vez de Daniel Ricciardo. El australiano también había sacado provecho de la locura de las primeras vueltas, y estaba en posición de plantear batalla a Rosberg. Salvo que en su Red Bull no existía ese punto de velocidad extra que sí había sabido mostrar Max. Así que el Mercedes se fue escapando, pero el Red Bull se enrocó con solvencia en la segunda posición. Los cambios de posición, para los de detrás. Y el que vio la oportunidad de progresar fue Hamilton. Primero Alonso, y luego un brillante Nico Hulkenberg, fueron sus presas, para colocarse en una impresionante tercera posición desde la vigesimoprimera inicial. Daniel Ricciardo ya quedaba lejos, y las posiciones se mantuvieron estables.

Fernando Alonso, por su parte, cambiaba toda la frustración del fin de semana por una carrera asombrosa. El Mclaren-Honda resistía todo lo que podía (no con Pérez ni con Vettel), pero sí con los Williams, a quienes supo tener detrás con solvencia. La inteligente estrategia y las circunstancias de la carrera ayudaron, sin duda, pero al igual que Jenson Button en Austria, Alonso supo aprovechar la oportunidad como sólo él sabe. El coche ha mejorado, y las novedades en el motor parecen funcionar, salvo que lo que no se puede permitir más es la falta de fiabilidad. Sin embargo, en las manos de Alonso (no sabemos qué podría haber hecho Button), parecía hasta un buen coche, sin grandes flaquezas. Se puede argumentar, para rebajar la euforia, que los Williams ya no son lo que eran, pero también que si hace cinco carreras se hubiera pensado en un Mclaren reteniendo a un Williams, con un motor Mercedes, en zonas de largas rectas, sería como un sueño de embriaguez. El paso del monoplaza por algunas curvas clave, como la rápida doble de izquierdas de Pouhon, demostraba empaque y solvencia. Y el motor, aunque los dígitos no engañan y es obvio que le faltaba velocidad, rendía lo suficiente como para resistir, aguantar la distancia. O las manos de Alonso hacían que todo eso pareciese tan bueno. Su resultado da aire, pero esta vez sí parece un paso firme hacia la cúspide del grupo central de la parrilla. Que nadie se lleve a equívocos: el camino sigue siendo largo, y muchas cosas hay que pulir, pero el negar la mejoría del conjunto sería demostrar poca visión global. Esperemos que la llegada de Jost Capito aporte más cosas positivas en la gestión del equipo.

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Los Force India estuvieron también sublimes en Spa. Tradicionalmente se les ha dado muy bien, pero su cuarta y quinta posición es un resultado conjunto notable, y que les aúpa ya a la cuarta posición del campeonato de constructores, desbancando a la perdida Williams. Son ya el mejor equipo motorizado Mercedes, quitando a la casa matriz. Sus pilotos tienen la madurez y velocidad necesarias para garantizar que las ocasiones se aprovechen, y el regreso a un buen nivel competitivo de Hulkenberg es una gran noticia para la F1. Es un piloto muy fino que se había desdibujado este año. Su actuación en Bélgica, con posibilidades reales de podio, fue para enmarcar, incluyendo en ello el incidente con Alonso en los boxes, polémico, pero que dejó a las claras la voluntad competitiva del alemán. ¿Sancionable?. Depende del ojo que lo mire: pisó la línea, pero fue tocado por Alonso. No busquemos tres pies al gato.

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Los que se suicidaron fueron los Ferrari, y eligieron el peor momento, justo antes de la carrera de casa, en Monza, fuente siempre de grandes presiones a nivel de resultados para los de Maranello. Son ya demasiadas oportunidades perdidas, y la segunda vez que colisionan entre ambos (y en las dos, con Räikkönen como víctima inocente). Precisamente Kimi estaba rubricando un fin de semana muy bueno. Es siempre una delicia observar al finlandés en el tobogán del circuito belga, su santuario, el lugar donde saca de manera casi improvisada lo mejor de sí mismo. Es un guante para él. ¿Podría haber luchado por la victoria?. Estaba segundo al llegar a La Source, con los mismos neumáticos que Rosberg, y aquí acaban las elucubraciones. El ritmo del Mercedes es inalcanzable, pero Kimi, segundo o tercero, era algo muy factible. Y sin embargo, acabó décimo, superado por Vettel, sexto. El finlandés bramó varias veces por la radio, algunas con razón. Sus encuentros con Verstappen este año se están convirtiendo en fuente de emociones y polémicas. Pero después, flemático como es Kimi, no echa más leña al fuego. Pero Ricciardo se escapa en la tercera posición, y Red Bull en la segunda. La Scuderia se desinfla, achacando a la mala suerte (y no es del todo falso) la falta de resultados.

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Y Rosberg logró lo que nunca había logrado, la sexta victoria en una temporada. Iguala en triunfos a Hamilton este año. Las espadas parecen en todo lo alto, con sólo nueve puntos que separan a los dos pilotos de Mercedes. Pero aunque ganar en Spa siempre es motivo de satisfacción, Nico no tenía la sonrisa tan amplia como sí que mostraba el piloto que ocupaba el tercer escalón del podio. En un día en el que ser sexto o séptimo hubiera sido un éxito para Lewis, ese tercer lugar era más que una victoria. De un plumazo, había salvado dos problemas: ahora tiene motores de sobra para, en principio, estar tranquilo el resto del año, y encima sigue líder de la clasificación. Y sin embargo, quien hizo lo que debía, no logró lo que quería, y aun ganando, dio la sensación de que Nico Rosberg perdía.  

2 comentarios
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Miller
30 Ago 2016 - 12:21
La cara de Rosberg era un poema,. Hamilton ahora tiene mas motores que el y actualizados. Ya Lewis no tiene que preocuparse por penalizaciones, ahora solo se centrara en ir rápido.
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29 Ago 2016 - 20:10
Un golpe psicológico brutal para Rosberg que pensará qué diablos tiene que hacer para vencer a Lewis: pole, victoria cómoda, haciendo los debeers, Lewis desde el fondo de la parrila... y nada. Creo que ya no se levantará Nico de este golpe. Lewis tienen el tetra en el bolsillo
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12 Abr 2024 - 17:25