Especial Clark

El hombre de las mil manos

Jim Clark compaginó la Fórmula 1 con un sinfín de categorías, desde los rallyes hasta Le Mans o la NASCAR
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Àlex Garcia
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07 Abr 2015 - 09:30

Los granjeros conducen tractores. Eso es lo que enseñan los libros y lo que todos asumimos casi como verdad universal. Es pensar en una granja y casi automáticamente nos vienen a la cabeza imágenes de un hombre con sombrero de paja y peto tejano conduciendo un enorme tractor verde, rojo, amarillo, azul... el color no importa. Pero para toda regla siempre debe haber una excepción. Jim Clark no pilotaba tractores; pilotaba coches de Fórmula 1. Pero también Fórmula 2, Fórmula Tasman, IndyCar, NASCAR, turismos, coches de rallyes, coches de resistencia... Clark no fue un granjero normal. Bueno, tampoco no fue un hombre normal.

Los éxitos y las hazañas del llamado 'escocés volador' en la Fórmula 1 son de sobras conocidas por todos. Bicampeón del mundo, el mejor piloto de su generación, admirado por todos sus rivales. Pero Clark fue mucho más que eso. Tenía un par de manos para cada coche. Era capaz de subirse a cualquier máquina que tuviera ruedas y motor e ir rápido sin esfuerzo. Puede que Clark no triunfara en la época más mediática del automovilismo pero es uno de los pilotos cuyo talento y pureza resultaron más increibles. El pequeño 'Jimmy' empezó en subidas de montaña con un su propio Sunbeam-Talbot, un coche que era poco de carreras pero que había tenido sus momentos en los rallyes.

 


Jim Clark en un tractor Ford y con su Sunbeam (arriba) y
Eric Dymock con el Jaguar D-Type de Border Reivers (abajo)

 

 

Pero las primeras carreras 'de verdad' para Clark fueron con coches de resistencia. Incluso antes de subirse a un Fórmula 1, Clark ganaba carreras por Inglaterra con un Jaguar D-Type. En 1958 fue batido en Brands Hatch por un tal Colin Chapman, que vio en él las señales inequívocas de un campeón. Al año siguiente, Clark se ponía las manos de resistencia y a bordo de un Lotus Elite, terminó en décima posición de la general en las 24 horas de Le Mans. Chapman estaba convencido y le subió a su Fórmula Junior. A bordo de estos pequeños coches demostró que lo suyo eran los monoplazas y ganó a las primeras de cambio. Una estrella en ciernes estaba por despegar.

Poco después de realizar su debut en la categoría reina, Clark volvió a Le Mans, esta vez con un Aston Martin DBR1. Junto con Roy Salvadori, esta vez fueron candidatos a la victoria y terminaron en tercera posición de la general. Ese mismo año demostró su versatilidad imponiéndose en la tercera edición de la Kentish 100, una carrera de Fórmula 2 disputada en el circuito de Brands Hatch. Allí batió a futuros rivales en la Fórmula 1 como Dan Gurney, Jo Bonnier o Graham Hill. Menos suerte tuvo en otras carreras de esta clase, donde los resultados no fueron tan brillantes. Hay que tener en cuenta que competía siempre con Lotus y la marca aún estaba en fase de crecimiento.

En 1961 aún volvió por última vez a Le Mans aunque esta vez un abandono le dejó sin el éxito que quizás habría merecido -y que le habría hecho entrar en la leyenda con la triple corona que sí tiene su compatriota Graham Hill-. A partir de entonces, Clark se centró en la Fórmula 1 para forjarse como piloto. Aunque competir en otros lugares era algo atractivo, lo importante era aprender y desarrollarse. Compitió en multitud de carreras no puntuables con el objetivo de ser mejor piloto. Tras el subcampeonato de 1962, se sintió capacitado para volver a las andadas y en 1963 combinó su participación en el campeonato del mundo de Fórmula 1 -que por supuesto ganó- con una primera incursión en el British Saloon Car Championship -hoy en día conocido como BTCC; el británico de turismos. Dos carreras y una victoria a bordo del Ford Lotus Cortina.

 


El Lotus Elite con el que Jim Clark compitió en
Le Mans 1959 (arriba) y el Aston Martin de 1960.

 

También tuvo tiempo de escuchar la llamada de Estados Unidos. Las 500 millas de Indianápolis y eso de girar sólo hacia la izquierda era demasiado atractivo como para ignorarlo. Junto con Chapman, pusieron su fe en el motor trasero, la ligereza y la agilidad en lugar de la potencia bruta y los motores delanteros de los rivales. Con menos paradas en boxes, Clark habría podido ganar la edición de 1963 pero Parnelli Jones se impuso aunque no sin polémica ya que su coche perdía aceite y algunos creyeron que se debería haberle obligado a parar. En cualquier caso, Clark era el debutante del año en un tipo de carreras y circuitos que nunca antes había probado. El talento y la determinación eran evidentes. 'Volveré', declaraba el escocés tras terminar la carrera.

Y volvió en dos ocasiones más ese mismo año en las citas de Milwaukee y Trenton. En ambas fue el más rápido en las sesiones clasificatorias y se llevó la pole position. Además, en la primera de ellas consiguió su primera victoria en el campeonato USAC estadounidense. El año se cerró con el título en la Fórmula 1. De cara a 1964, Clark ya no sería un aspirante que competía alrededor de todo el mundo. Sería el campeón del mundo de Fórmula 1 con el objetivo de hacer más grande su leyenda. Lo hizo con el título en el BRSCC, el británico de turismos de la época. Tres victorias y un total de ocho podios sobre ocho carreras a bordo del fiel Cortina preparado por Lotus. Las imágenes de Clark con su coche bamboleando de lado a lado por el elevado centro de gravedad son imposibles de olvidar.

Pero más allá de los éxitos con el Cortina, la temporada 1964 fue algo más complicada. Las 500 millas de Indianápolis le dieron la alegría temporal de obtener la pole position pero la pérdida de una rueda durante los primeros compases de carrera le robó la posibilida de ganar lo que debería haber ganado el año anterior. Aún tenía que volver. Una vez más estuvo en Trenton y una vez más no hubo suerte. Algo mejor le fueron las carreras de Fórmula 2 en Gran Bretaña y Francia, donde sí llegaron victorias aunque no títulos. Afortunadamente para él, antes de volver a la Fórmula 1 en 1965, le esperaba la Tasman Series. Allí en las antípodas se coronó. Cuatro victorias de siete carreras y el inicio de una temporada especial.

 

Indianápolis 1963 (arriba) y 1965 (abajo)

 

Llegaron después la espectacular victoria de las 500 millas de Indianápolis -primera para un coche con motor trasero-, los títulos británico y francés de Fórmula 2 y hasta una nueva victoria con el Ford Lotus Cortina en el británico de turismos. El broche de oro tenía que ser, claro está, su segunda corona en la Fórmula 1 con un dominio aclaparador. ¡Hasta llegó a pilotar el Lotus 38 con el que había ganado en Indianápolis en una subida de montaña! Año tras año, Clark seguía compitiendo en más categorías que nadie, a menudo compitiendo en fines de semana consecutivos. Una locura, algo que nadie más haría. Pero Jimmy era así. Un apasionado de las carreras, del pilotaje. Tímido pero resuelto. Puro.

Después de un año así, otros habrían parado. Clark quería repetirlo pero no le resultó posible a pesar de los buenos resultados. En la Tasman Series fue batido por su compatriota y amigo, Jackie Stewart. En las 500 millas de Indianápolis hubo controversia con los contadores de vueltas pero se aceptó que la victoria fuera a manos de Graham Hill. En el británico de turismos y a pesar de tres victorias, 'sólo' pudo ser quinto y en la Fórmula 2 no fue capaz de revalidar los títulos. Hasta la Fórmula 1 era difícil con el imposible motor H16 de BRM. Si 1965 había sido un año casi perfecto, 1966 había demostrado que ni los mejores pueden ganar siempre... pero están arriba hasta cuando no lo hacen.

Es precisamente en 1966 cuando se da una de las anécdotas más curiosas de la carrera deportiva de Jim Clark, con el escocés tomando parte en el RAC Rally de Gran Bretaña junto a Brian Melia y un Ford Lotus Cortina. Al volante de una versión para rallyes del coche con el que había triunfado en los circuitos británicos, Clark puso todo su talento y sensibilidad al volante a buen uso y marcó un 'scratch' tras otro hasta llegar a estar en segunda posición de la general. Mientras Graham Hill competía con un Mini Cooper más por diversión que por otra cosa, Clark se decidió a aprender todo lo posible antes y durante el evento para rendir todo lo bien que fuera posible. Afirmaba que no competiría sin tomárselo en serio. Desafortunadamente, un accidente le dejó fuera de la prueba.

Puede que fueran las decepciones -relativas- de la temporada 1966 o simplemente la voluntad de expandir sus horizontes pero después de su participación en un rally de nivel internacional a finales de año, se decidió a seguir compitiendo en lugares en los que nunca había ido. Después de recuperar la corona de la Tasman Series y tomar parte en sus últimas 500 millas de Indianápolis, una de las pocas cosas que le quedaba por hacer era competir en la NASCAR. La temporada de 1967 había sido más exitosa que la de 1966 con un par de victorias en Fórmula 2 y el estreno del Lotus 49 en la Fórmula 1. Era el favorito para 1968; el mejor piloto con el mejor coche. Fue entonces, cuando recibió la llamada de Bill France Sr.

 

Jim Clark también probó fortuna en la NASCAR.

 

El entonces 'capo' de la NASCAR quería promover su campeonato y sabía que trayendo al mejor piloto de Fórmula 1 del momento lo conseguiría. A pesar de su profesionalidad, Clark repitió una y otra vez que su principal objetivo era pasarlo bien, saciar su curiosidad hacia este tipo de carreras tan particulares y tan poco conocidas en Europa entonces. La carrera era en Rockingham, en Carolina del Norte, y el coche, un Ford Fairlane del equipo Holman & Moody -preparador norteamericano de Ford- muy distinto a lo que el escocés estaba acostumbrado. Acompañándole en esta aventura estaba Jochen Rindt, que se habría subido al coche tras media carrera. Clark clasificó el número 66 en vigésimo quinta posición sobre 44 participantes. Nada mal para un debutante que rodaba en duodécima posición cuando su motor dijo basta. Se bajó del coche satisfecho, habiéndolo pasado en grande. Al final, sería su única aparición en la categoría.

Después de ganar el primer gran premio de Fórmula 1 del año 1968 en Kyalami llegó el fatídico evento en Hockenheim. Hay quien asegura que, más allá de la tristeza de perder a un gran hombre y a un gran campeón, fallecer en una carrera de Fórmula 2 estaba por debajo de lo que Jim Clark era. Puede que no sea así. Puede que irse en una carrera de Fórmula 2 sin ningún tipo de relevancia como suele decirse, sea la forma de recordar a Clark por quien era; un piloto que competía con cualquier tipo de coche. Un hombre sin pretensiones, sin creerse demasiado bueno para otros coches y competidores. Humilde y apasionado por las carreras. Jim Clark, el hombre que pilotaba como su tuviera mil manos. Y que habría sido capaz de triunfar en mil disciplinas distintas... si existieran.

 

 

DESCARGA EL CARTEL DEL ESPECIAL CLARK, OBRA DE POL SANTOS

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1 comentarios
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07 Abr 2015 - 12:39
Muchas gracias a todos los redactores de LaF1.es por este homenaje a uno de los tres mas grandes pilotos pero la mejor persona indiscutiblemente que tuvo este deporte. Los artículos reflejan cabalmente lo que era.
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